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FIN DE 'TWIN PEAKS'

MIKEL LABASTIDA

Domingo, 10 de septiembre 2017, 23:51

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Habrá observado el lector más seriéfilo que este verano no hemos asistido a un fenómeno similar al que provocó el año pasado 'Stranger Things'. O a títulos que diesen la sorpresa como en estíos anteriores lo consiguieran 'Mr. Robot' o 'UnReal'. Este julio y agosto todo han sido tronos, y tronos, y más tronos. Poniente ha ocupado páginas, ha conquistado fans y ha provocado contiendas entre seguidores. Todo lo que sucediese más allá de los Siete Reinos ha pasado completamente inadvertido. A cualquiera que no se apellidase Lannister, Stark o Targaryen le ha sido imposible llamar la atención. Ni a gritos. Si no tenías dragones o muertos vivientes televisivamente no interesabas.

Hasta el mismísimo David Lynch ha padecido esta indiferencia. El retorno de 'Twin Peaks', 25 años después de que culminase su segunda temporada, había sido uno de los acontecimientos más comentados y sobre los que más se especuló mientras se preparaba y rodaba, pero una vez ha ido estrenando capítulos apenas ha concitado análisis, discusiones, conjeturas. El director estadounidense volvía a resucitar a algunos de los personajes carismáticos de la producción de los años 90 y se preguntaba qué había sido de ellos. Pero el resultado no ha supuesto una revolución. Quizá nunca fue su propósito.

Apostaría por esto último. Porque lo fácil para Lynch y para Showtime (cadena que ha producido el regreso) hubiese sido plantear una continuación lineal, en la que los protagonistas hubiesen envejecido de un modo u otro y se enfrentasen a nuevos misterios. Y a partir de ahí tirar de cliffhangers y de giros de guión. No ha sido así. 'Twin Peaks' ha hecho el más difícil todavía. Tomando el esqueleto del título primitivo ha inventado una serie nueva, ha sumergido la televisión en tramas de ciencia ficción poco exploradas (pese a la cantidad de producciones que se estrenan) y ha invitado a los espectadores (no han sido muchos) a dejarse llevar por la ensoñación. Y no ha renunciado al sello Lynch, al que plasma la cara oscura de la sociedad, los rincones más oscuros del ser humano. Quizá hagan falta 25 años para valorar lo que ha vuelto a hacer Lynch.

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