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PERDIDO

ÓSCAR BELLOT

Domingo, 11 de febrero 2018, 00:07

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Aventurarse por un terreno tantas veces explorado por la ficción cinematográfica y televisiva como el de las desapariciones de menores y salir bien librado es una empresa arduo complicada. Lo logran sin embargo con impecable solvencia Normand Daneau, Genevieve Simad y Peter Stebbings, creadores y guionistas los dos primeros y director el último de 'The Disappearance', el 'thriller' canadiense que aterrizó este martes en la parrilla de Calle 13. Sólo es apto, eso sí, para paladares exquisitos. Quienes prefieran la comida basura, mejor que acudan a otra parte en busca de grasa que sacie de inmediato su hambre a la par que colapsa sus arterias, porque el misterio tejido en torno al paradero del pequeño hijo de los Sullivan requiere un calmado proceso de deglución cuyos efectos serán en cualquier caso, y a tenor de lo visto en los dos episodios ya emitidos, mucho más saludables.

El gran mérito de 'The Disappearance' radica en su capacidad para esquivar algunos de los parámetros por los que suelen regirse este tipo de series. Lejos de precipitar los acontecimientos, opta por la contención, armando primero unos sólidos caracteres que permiten al espectador empatizar con sus aflicciones cotidianas mucho antes de conducirle por los intrincados meandros que dibuja la pérdida del enigmático Anthony. Contribuye a ello en grado sumo la soberbia interpretación de Peter Coyote, que pone rostro al abuelo del benjamín y en cuyo pasado parecen encerrarse las claves del caso.

Hay quienes se apresuraron a reprocharle a esta miniserie de seis capítulos que no imprimiese un mayor ritmo al primero y seguramente ni dieron una oportunidad al segundo, impelidos de ese ansia de satisfacción inmediata que, por desgracia, se ha convertido en uno de los rasgos definitorios de la época que nos ha tocado vivir. Peor para ellos. 'The Disappearance' supone todo un soplo de aire fresco en el cargado ecosistema en que se desenvuelven las tramas que parten de una premisa similar. Claro que para disfrutarlo se requiere sosiego y atención, actitudes que, según parece, cotizan cada vez más a la baja.

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