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MÀXIM HUERTA Y LA TELE

MIKEL LABASTIDA

Viernes, 8 de junio 2018, 00:28

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Hubo un tiempo no tan lejano en que algunos columnistas de las páginas de televisión dedicaban su espacio a hablar de cualquier cosa menos de televisión. Es más, cuando se referían a algún asunto relacionado con el medio, lo hacían con desprecio, minusvalorándolo, casi invitando al espectador a que apagase su aparato y abriese un libro. Los opinadores de televisión no contaban con el predicamento de aquellos otros que ofrecían su visión sobre política o economía. Hoy en día esa distinción se mantiene, no se vayan ustedes a creer. La diferencia es que los que nos dedicamos a opinar sobre el tema catódico lo reivindicamos y no nos avergonzamos. Todo el mundo consume tele y aún así es una actividad que se critica constantemente. Si uno lee muchos libros se le admira. Si uno ve muchas series se le cuestiona inmediatamente. ¿De dónde sacas tanto tiempo?, te dicen como poniendo en duda tus prioridades.

La tele nos vuelve locos. Quien más y quien menos conoce a los personajes que la pueblan, a los presentadores de moda, a los concursantes más peculiares. Pero muchos son los que reniegan de todo ello y aplican la censura inmediata de cara a la galería.

Por eso la llegada de un ministro que ha desarrollado gran parte de su carrera en este medio ha sido recibida con burlas. Es cierto que el nombramiento del responsable de Cultura había generado cierta expectación y eso dio lugar a una quiniela de nombres variopintos. Eso no ayudó al recibimiento. Yo no sé si Màxim Huerta es la persona más preparada para ocupar la cartera que se le ha designado, desconozco las razones reales que llevaron al presidente a pensar en él ni si fueron muchos los que rechazaron el puesto antes que él.

Lo que sí sé es que Huerta no ha cometido ningún pecado por trabajar en televisión. Nos gustarán más o menos algunos de sus trabajos, como también nos gustan más y menos algunas sentencias de Marlaska y no observo tanta frivolidad a la hora de juzgar su trayectoria. De momento, aunque no sea mucho, el simple hecho de que al ministro de Cultura le guste la cultura representa una novedad en este país. Y eso es motivo de celebración.

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