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LA FAMILIA

ROSA BELMONTE

Miércoles, 12 de diciembre 2018, 00:25

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El nuevo anuncio de Ikea está muy bien hecho. Recrea el tono de los quiz shows. De los concursos donde participan familias. Pero tiene pinta de película, como 'Perfectos desconocidos'. Una cena de Navidad. «¿Cómo se conocieron los Javis?». Contesta una chica. «En una fiesta». «¿Y tus padres?». «No lo sé». «Lo siento María, te tienes que levantar y abandonar la mesa», le dice la voz en 'off'. Hombre, a mucha gente le encantaría que le echaran de la mesa de Navidad. Pocas bromas. O muchas bromas. Tras su expulsión, María dice casi llorando: «No conozco tanto a mi familia como conozco a un famoso». Supongo que se trata de sacar los colores sobre lo despegados que somos, sabiendo cómo se conocieron los Javis y no nuestros padres (¿pero quién no sabe cómo se conocieron sus padres?).

Una cosa son los anuncios de El Almendro, el volver a casa por Navidad, el ser cursi hace años (seguro que esos hijos de vacaciones sí lo saben todo sobre su familia ). Y claro que hace años nos reíamos de ser cursi. O los de la Lotería de Navidad. El de este año, a lo Mr. Scrooge, tiene la particularidad de que el protagonista es el mismo que hace de don Juan Carlos en 'El rey', la película de Alberto San Juan. Y resulta bastante chocante verlo en la película porque te acuerdas demasiado del tío del anuncio.

Lo peor de un anuncio como el de Ikea es que es nuevo. Y que se mete de lleno en esa ola de sentimentalismo histérico que padecemos. Decía Pla que todo lo que es sentimental es confuso. Pla escribió mucho antes que Theodore Dalrymple (y tenía un nombre más sencillo). En 'Sentimentalismo tóxico: cómo el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad' habla el británico, centrándose en la vida pública, de cómo ese sentimentalismo destruye el sentido de la responsabilidad, debilita las relaciones humanas y, paradójicamente, está muy cerca de la violencia. Pero, demonios, ¿qué hacen ustedes metiéndose en la vida de las familias? Vendan muebles con acentos extravagantes, pero dejen que nos odiemos o nos despreciemos. Y seguro que nos conocemos más que los suecos.

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