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DIOS SALVE A LOS MONTY PYTHON

OSKAR BELATEGUI

Jueves, 24 de mayo 2018, 00:26

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Duró de 1969 a 1974 y cambió para siempre el concepto del humor inglés, que aúna inteligencia y dadaísmo a partes iguales. 'Monty Python's Flying Circus' cimentó a lo largo de cuatro temporadas y 54 capítulos un imaginario del absurdo del que beben todos los cómicos británicos que han venido después. Netflix ha recuperado una serie mítica que hoy sigue deslumbrando por su atrevimiento y el aluvión de ideas que desbordan cada episodio. Todos comienzan igual, con Michael Palin de náufrago en los escenarios más insospechados, acercándose a cámara para decir «es...» justo cuando es cortado por la música rimbombante y los títulos de crédito de Terry Gilliam, collages brutales del que permanece como memorable icono el pie del cupido de Bronzino aplastándolo todo.

Gilliam era el único miembro americano del grupo, el resto se conocieron mientras estudiaban en Oxford y Cambridge. La idiosincrasia del Reino Unido y sus sacrosantas instituciones, el ensimismamiento de artistas e intelectuales y la cultura popular cayeron bajo la trituradora de los Python. «¿Usted que prometió construir 80 millones de viviendas de protección oficial en Londres y que después de cuatro años ni tan sólo ha construido tres, se siente un poco decepcionado?», le preguntan a un político. Y responde: «No, en absoluto. Y además, si quiere le puedo dar una respuesta emitiendo sonidos guturales rarísimos que sé hacer».

John Cleese, Michael Palin, Terry Jones, Terry Gilliam, Eric Idle y Graham Chapman, fallecido en 1989, eran además actores de talento, capaces de cantar y bailar. 'Flying Circus' se despidió entre hilarantes cotas de surrealismo como un preludio del puñado de películas que firmaron: 'La vida de Brian', 'El sentido de la vida'... Cualquier inglés conoce hoy el Ministerio de Andares Ridículos y el Maratón para Incontinentes. Los 'beatles' de la comedia se hicieron después millonarios con mayor o menor fortuna -Terry Jones está aquejado de demencia-, perpetuando un legado de subversión y carcajadas. Sin ir más lejos, un 'sketch' suyo en un restaurante que solo ofrece carne de cerdo enlatada ('spam') es el culpable de que el correo no deseado se llame así.

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