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SUSPICACIA

JONÁS SAINZ

Miércoles, 10 de octubre 2018, 00:34

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Yo, a un intercambio de parejas, voy asustado aunque solo sea teatro. Qué necesidad de meterse en líos. Así que esa noche tenía yo el culo más prieto que si viniesen a casa Aznar y Ana con intenciones de iniciarnos en el swinging. Que no saben qué es el swinging. Tampoco yo lo sabía hasta hace cuatro días. Ahora, en cambio, conozco incluso el kungfú vaginal. Todo muy moderno, muy cool, muy limpio, muy zen... con piedras de jade colgando de aquí y allá. Es como el yoga tántrico pero con invitados a cenar: empiezas de sport y terminas con Josemari desnudo entre las piernas. Y rasurado.

El caso es que iba yo asustadito a ver 'Dos más dos', pensando, prejuicioso de mí, que se trataba de otra comedieta de esas de dobles parejas con mucho jijí y mucho jajá, caras simpáticas de la tele, lencería, buenas piernas, abdominales y esas cosas que se gasta la gente guapa. Hemos visto ya unas cuantas así incluso sin ser sanmateos. Y es que debe de haber en Madrid toda una factoría de funciones pensadas para animarle al sufrido personal el sábado sabadete. Que no digo que esté mal, oiga, pero es que la mayoría, de puro vulgares y aburridas, más que afrodisíaco terminan provocando efecto laxante.

Sin embargo, la versión de la película argentina de Daniel Cúparo y Juan Vera consiguió excitar mi segundo órgano favorito, como diría Woody Allen del cerebro y el humor. De un guión ingenioso, ligero pero feliz, David Serrano y Maite Pérez levantan una función muy divertida: dinámica y desenfadada, sin complejos, sin moralina ni a favor ni en contra y con la sola y perdonable pretensión de avivar las pasiones gastadas por la costumbre.

Dos parejas de viejos amigos cerca de los cuarenta, una menos tradicional que la otra, prueban a mezclarse en la cama y, claro, el asunto se complica. El peso de la obra recae sobre Daniel Guzmán, que interpreta el personaje más común y conservador, perfectamente acompañado por Miren Ibarguren, la esposa insatisfecha, Kira Miró, la amiga seductora, y Álex Barahona, el guaperas irresistible; estereotipos que Woody firmaría para sus 'maridos y mujeres'. Pero, ¡ah, suspicacia! es Guzmán el que acapara la atención por la pugna entre sentido común y sentido del humor que han encarnado a menudo los Alfredo Landa de la interpretación. Ya me gustaba desde 'A cambio de nada', su película de chaval de barrio, y ahora me alegra verle ganar el protagonismo de los grandes actores cómicos.

Una cosa me preocupa: si me gustó esto, ¿me irá también el swing?

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