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Hubo un momento crítico, justo después de que la banda Gilipojazz saliera al escenario con 20 minutos de retraso, en que aquello parecía convertirse en ... una actuación de Los Gandules. Afortunadamente, tras cuatro primeras tonterías, empezó a sonar la música con base más funk que jazz y el terror se disipó, al menos aparentemente. «Llevamos mucho tiempo sin tocar y tenemos que calentar», se justificaron. Pero, cuando tocaban, lo hacían realmente bien, con un cuerpo instrumental bastante rápido y divertido, un potente trío de guitarra, bajo y batería, cada uno con sus solos.
Ángel Cáceres al bajo, Iker García a la guitarra y Pablo Levin a la batería forman Gilipojazz, grupo inclasificable con el que el festival Actual ha puesto el broche final a su programación en la Sala Fundición de Logroño. A veces parecía que el bajista de Red Hot Chili Peppers había fundado un nuevo grupo. Y ese grupo, obviamente, no ha acertado con el nombre. Porque aunque sus miembros sí hacen un poco el gilipollas, el jazz no está por ninguna parte. Ya lo reconocen su primer disco, '¿Dónde esta el jazz?'. O quizá es jazz metal, si es que eso existe. Con las nuevas canciones de su segundo disco, 'Progresa adecuadamente', expusieron que esa es «nuestra nueva esquizofrenia, nuestro rollo». Otra canción fue presentada como «inspirada en un juego de los 90 que todavía no existe». Una locura indescriptible. Para mayor frikismo, también realizaron un homenaje a Dragon Ball.
El centenar de espectadores, incluido un grupo de amigos que parecían haberse quedado encerrados en la sala desde Nochevieja, ataviados con vestidos de fiesta y plumas de cabaret, disfrutó de un concierto atípico. Hasta rara fue la única versión, 'Focus II', de la banda holandesa de los 70 Focus, un maravilloso tema instrumental lleno de súbitos cambios de ritmos y solos de guitarra estremecedores. «Hacemos música 87,3% instrumental», bromearon. Otra movida estrafalaria, la presentación del tema 'Solo de ti depende': «Va de un niño al que le apuntan a una escuela de música para tocar Bach, pero él solo quiere escuchar Eskorbuto». Todos tenemos nuestras contradicciones y Gilipollas parece dar luz a eso.
Hubo cambios en la formación, el batería cogió el bajo, el bajista y el guitarrista se intercambiaron los instrumentos y los tres, en un momento dado, solo tocaron el teclado. Terminaron, tras hora y media de canciones y estupideces varias, con una mezcla entre el 'Pedrá' de Extremoduro y Albert Pla: 'Iker me debe un café' y 'Hasta mañana si Dios quiere'. Y hubo un bis reclamado por el público, medio abducido por una música intensa y festiva y a la vez surrealista y absurda. El último tema, cómo esperar ese giro de guion, fue 'Iker ya no me debe un café'.
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