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SERGIO RAMÍREZ

MANUEL VILAS ESCRITOR

Viernes, 17 de noviembre 2017, 00:29

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Recuerdo a Sergio Ramírez en su casa de Managua, en la fiesta que dio a los participantes del congreso de escritores 'Centroamérica Cuenta.' Hacía muchísimo calor. En la puerta de su casa estaba Sergio y su esposa recibiendo a los invitados. Esto fue en mayo de 2014. Recuerdo el jardín de la casa. Era una noche llena de escritores, una hermosa noche bien servida de comida nicaragüense. Sergio estaba feliz, rodeado de amigos. Sergio es un hombre alto, de maneras pausadas, de gesto amable y sereno.

Como uno es curioso por naturaleza, me dediqué a husmear en la casa de Sergio Ramírez. Me quedé mirando una foto que había en una vitrina, era la foto de su madre, Luisa Mercado Gutiérrez. Me conmovió esa foto. Pensé en qué lugar de la casa escribiría, en cuál se dedicaría a pensar sus libros, en cuál se sentaría a meditar en su pasado y en el pasado de Nicaragua, ese pasado que le llevó a escribir un libro tan emocionante como 'Adiós, muchachos.' Porque la vida y la obra de Sergio Ramírez representan a Nicaragua. Los sueños y las pesadillas de Nicaragua.

El compromiso de Sergio Ramírez con la modernización de su país ha sido y es generoso y honesto, compromiso que le llevó a ser vicepresidente de Nicaragua entre 1984 y 1990, hasta que vino el distanciamiento con Daniel Ortega. Pues como siempre, la realidad actual de Nicaragua, con Daniel Ortega convertido, por ironía de la historia, en un tirano más en la larga lista de desencuentros de toda Latinoamérica con la historia y el progreso, es triste. Especialmente triste para los empobrecidos nicaragüenses, bien representados ahora con el Premio Cervantes al trabajo intelectual y creador de Sergio Ramírez.

La obra narrativa de Sergio, compuesta de excelentes novelas como 'Margarita, está linda la mar', o 'La fugitiva' o libros de relatos como 'El reino animal', es una de las más sólidas y brillantes de la literatura en español. Este premio Cervantes sirve para muchas cosas, y una de ellas, no pequeña, es la de llamar la atención sobre Nicaragua, un país de una enorme tradición literaria. Recuerdo precisamente la visita que en aquel congreso hicimos con Sergio Ramírez como guía a la ciudad de León, la ciudad en la que murió Rubén Darío. Visitamos la casa museo de Rubén, y recuerdo que nos plantamos delante de la cama en la que murió Rubén. Y pude contemplar cómo el rostro de Sergio Ramírez se transformaba lentamente en el rostro de su adorado Rubén Darío.

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