«Me preocupan la censura, la manipulación, la desinformación... así empezaron algunas cosas»
El autor de 'La península de las casas vacías' presenta en Logroño su sorprendente novela sobre la Guerra Civil en clave de realismo mágico
'La península de las casas vacías' (Siruela) es la novela de la temporada y una de las más sorprendentes de los últimos años. «La ... historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio». La Guerra Civil contada en clave de realismo mágico pero con voz propia, la de David Uclés (Úbeda, 1990), que la presenta hoy en Santos Ochoa (a las 19.30 horas). Un escritor con universo propio y los pies en esta tierra.
– ¿Quién le contaba cuentos cuando era niño?
– Nadie. Ni cuentos ni leer. En mi casa no se ha leído nunca.
– Siendo así, es más sorprendente aún tener esa capacidad desbordante para fantasear.
– En realidad, el único que me contaba historias era mi abuelo y me fue muy útil para la creación de esa historia de mi familia.
– Tampoco en casa de Miguel Hernández había libros.
– A mí mi padre me regañaba si compraba uno. No había libros en mi casa, aunque sí había otro tipo de cultura, la cultura del campo.
– Procediendo de una familia de olivareros, supongo humilde, de padre guardia civil... ¿cómo ha salido usted escritor y artista?
– No lo sé bien. De chico era muy inquieto, tenía muchos 'tocs', en el colegio me hacían bulling porque tenía pluma, me llamaban maricón, me tiraban piedras y cosas así. Fue duro aquello. Entonces yo creo que la literatura, la música... me evadían de aquel entorno hostil. No es que me traumatizara, porque yo me defendía y les plantaba cara. Fui un niño feliz pese a todo y tuve muchos amigos. Siempre he sido un chico muy social. Pero supongo que me viene de ahí, del silencio que te otorga el arte tanto cuando lo consumes como cuando lo produces. Quizás era un refugio, no lo sé.
– Supongo que se lo habrán preguntado cien veces, pero ¿cómo se le ocurrió escribir una novela sobre la Guerra Civil en clave de realismo mágico?
– El proyecto comenzó hace quince años y fue a mitad de camino cuando consideré que tenía material para contar toda la guerra. Narraba la historia de una familia que iba a desaparecer de tantísimos miembros y pensé en esparcir a estos personajes por la Península y así contar la guerra.
– O sea que la guerra no estaba en el proyecto original.
– La idea me vino cuando empecé a leer sobre ello. Me di cuenta de que había muchas cosas que habían pasado que ya eran realismo mágico en sí mismas. Y también me surgió el reto de narrar nuestra herida histórica más reciente desde un punto de vista diferente.
– La referencia a García Márquez y 'Cien años de soledad' es inevitable, pero no es la única.
– De hecho yo no he leído a García Márquez...
– ¡¿De verdad?! No le creo.
– De verdad. 'Cien años de soledad' lo compré con diecisiete años o así, empecé a leerlo y, a las veinte o treinta páginas, me dije 'yo quiero hacer esto'. Y no lo terminé para que no hubiera ningún tipo de contaminación. Me prometí a mí mismo que lo leería el día que terminara mi Macondo, pero todavía no me ha dado tiempo por la promoción. García Márquez me impulsó a contar la historia de una familia con muchas generaciones y con ciertas descripciones oníricas, pero, ya está, no sé nada más.
– Pero Jándula, el pueblo andaluz de su novela, es sin duda 'su' Macondo, y los Ardolento, sus protagonistas, los Buendía.
– Me inspiró, es cierto, pero, a ver, fueron veinte páginas. Ahora, con todo lo que se ha comparado, me da miedo leerlo [risas].
«Me surgió el reto de narrar nuestra herida histórica más reciente desde otro punto de vista»
– Entonces envidio que todavía pueda leer ese libro por primera vez. Pero, aparte de esas veinte páginas, esas otras referencias son...
– Günter Grass...
– 'El tambor de hojalata'...
– Ese me marcó muchísimo. Me dije, '¡uau!, quiero que lo que estoy haciendo se parezca a esto'. Ese libro sí ha sido una gran referencia.
– En quince años de escritura, imagino que su proyecto ha tenido que cambiar mucho. Usted mismo ha debido de cambiar.
– Yo he ido hasta cinco veces al Registro de la Propiedad Intelectual a entregar el manuscrito terminado. Cada tres años reescribía lo que tenía y le añadía una capa nueva. Ha sido una metamorfosis, poco a poco.
– Su prosa es muy poética.
– Para mí el componente lírico es fundamental. Soy un escritor de imágenes más que de personajes. Me gusta detenerme en ellas y describirlas con mucha fuerza, como si las grabara con una cámara.
«Esperábamos palos por todos lados, pero no los he recibido ni de medios muy conservadores»
– ¿Cómo se le ocurre la idea de que el narrador, de pronto, intervenga e interactúe con los personajes e incluso con el lector?
– Me sale solo, me gusta charlar con los personajes y con el lector. Y, además, ese narrador metijón me ayudó mucho para organizarme y me sacó de muchos aprietos al tener que encajar entre sí y rematar más de cuarenta historias.
– Ese narrador llega a tener una conversación con Franco en 1936 y este le anuncia que le será censurado un capítulo, como demostración de que su poder continuará en nuestros días. ¿Qué contendría ese capítulo 96?
– Buena pregunta. No lo sé, la verdad. En realidad lo que está haciendo Franco en esa escena es demostrar su poder, presumir. Estos tiranos son malvados porque necesitan serlo, por sus traumas infantiles, por sus cosas... Necesitan sentirse superiores a los demás y aplicar el terror y el poder. Poco le habría importado a Franco el contenido de ese capítulo, lo que le importaba era demostrar su poder.
– ¿Le preocupa la censura hoy?
– Claro, me preocupa la censura, la manipulación, la desinformación, las noticias falsas... Así empezaron algunas cosas.
– ¿Le han llamado cosas como guerracivilista?
– No, es un milagro. Esperábamos que me lloviesen palos por todos lados, pero no he recibido críticas de ese tipo ni de medios muy conservadores.
– En la novela nunca se habla de España sino de Iberia. ¿Le produce el 'concepto España' algún reparo o es una reivindicación iberista, como Saramago?
– En ninguna de mis tres novelas sale España, siempre Iberia. Soy muy iberista, soy iberista románticamente, políticamente, humanamente... Pretendo que el lector se familiarice con esa idea y quizás hasta se haga la pregunta de si estaríamos mejor así. Es casi un acto político. Soy muy poco político, pero, en este caso, sí. Creo que estaríamos mejor siendo Iberia.
– ¿Qué opina del debate sobre memoria histórica?
– Esto es como las lenguas, que necesitan cambios lingüísticos pero con tiempo. No estoy a favor de cambios drásticos, para eso tenemos una democracia.
– ¿Qué escribe después de 'La península...'?
– Tengo una novela escrita sobre Barcelona y el proyecto que me estoy planteando es contar toda la dictadura en realismo mágico. Estoy ahí, valorándolo.
– ¿Le sorprende la acogida que está teniendo?
– Sí, porque sé que es muy complicado que ocurra esto habiendo una producción literaria tan masiva. Pero, por otro lado, hay tanto trabajo detrás de esta novela que me hace sentir muy bien, porque no he estafado a nadie, no es un éxito por casualidad.
– ¿Y la acogida en su casa?
– Están superfelices, muy orgullosos. El mayor premio para mí es el orgullo de mis padres, porque durante los últimos diez años yo le decía a mi padre que estaba escribiendo una novela de la guerra y él no lo veía bien, no veía bien que no trabajase en algo con una nómina.
– Quiere decir que era preocupación de padre por la estabilidad de su hijo, no por que fuera una novela sobre la guerra.
– Eso es, porque yo soy traductor y buen estudiante y podía haberme sacado una plaza y todo eso. Pero yo creo que hemos venido aquí a jugar y hay que intentarlo. Y, si no sale bien, ya me sacaré la plaza a los cuarenta, ¿no?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión