Emilio San Andrés Monforte (Logroño, 1958), que desde niño ha hecho escultura, es un hombre de fenotipo giacomettiano, introvertido, que se expresa mejor con su ... obra que con su voz. Compagina la escultura (su principal dedicación) con el diseño y la fotografía, para formular 'lo que su corazón siente y padece' a través de las formas más estéticas.
Para la actual exposición, su idea primigenia fue exhibir sobre una peana, en el centro de la sala, una única pieza de yeso representando a la mujer maltratada, con sus estigmas de golpeo, sangre y amputación. Una estudiada iluminación potenciaría el impacto. Pero eso hubiera hecho creer al personal que la exposición estaba en proceso de montaje y no se habría percatado bien del mensaje. De ahí que optara por colgar varias piezas de yeso, a modo de bajorrelieves, en todas las paredes, logrando el efecto tremebundo que perseguía. Muy de cerca ha debido de vivir el artista situaciones como las que refleja, para que haya trabajado con tanto ahínco sobre el asunto y donado las obras a una asociación que trabaja en pro de que el maltrato acabe.
Los que hasta el 19 de mayo visiten la exposición en el Centro Fundación Caja Rioja Gran Vía admirarán un alegato contra la violencia de género y saldrán sensibilizados de uno de los grandes estigmas de nuestro tiempo. Catorce piezas que estima son 'un granito de arena' en cuanto a hacer sentir al espectador, conmover y remover conciencias, contribuir a erradicar esta lacra de la sociedad actual y el ambiente creado. Consciente de que la unión hace la fuerza, ha contado con el apoyo de la Red Vecinal contra la Violencia de Género e Intrafamiliar, proyecto de la Federación de Asociaciones Vecinales en colaboración con el Gobierno de La Rioja.
Las obras expuestas representan los rostros de mujeres de distintas edades con el cuerpo ensangrentado y literalmente machacadas. Empero, la contemplación de las mismas no resulta desagradable, más bien despierta un sentimiento de humanitarismo, y la admiración por unas escayolas bien trabajadas y deliberadamente inacabadas, que nos suscitan la pregunta: ¿En las piezas resulta más valiosa la presentación o la representación? En mi opinión, lo formal y lo conceptual van parejos. A la vista del conjunto, hay una absoluta coherencia, que debería contribuir a que tomásemos mayor conciencia sobre el asunto.
Esperemos que la obra acerca de las víctimas que representa sea un 'uppercut' en la conciencia de toda esa gentuza abusadora que impone, anula, violenta, maltrata y mata. Y que a los visitantes nos haga reflexionar pausadamente, conscientes de que, lejos de amainar, el problema está mostrando nuevas modalidades, como la ciberviolencia y la sumisión química.
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