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PARAÍSOS ABISMALES

JONÁS SAINZ CRÍTICA DE TEATRO

Miércoles, 7 de marzo 2018, 23:58

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Hay mayor belleza que la que no se puede alcanzar? Más allá del placer, ¿hay algo más hermoso que aquello que te interpela desde lejos? Escucha a Bach y sus variaciones: no es solo el placer de la música sino el abismo que insinúa. Esas inquietantes notas son un prodigio estético y, a la vez, tan solo la punta del iceberg de una infinitud insondable de melodías imaginables. Poesía inabarcable como un poema matemático. Como si lo que somos fuera solo la muestra de todo lo demás que se nos escapa y al mismo tiempo el precipicio que nos asoma al abismo de posibilidades que nunca seremos. Una isla en el vacío. Ese sólido pero desolado peñasco de realidad al que te aferras cuando naufragas buscando el paraíso.

Por esas regiones extrañas, a muchas millas de las aguas plácidas del teatro convencional, en 'Barbados' la compañía La Abducción explora ese mar oscuro, casi virgen, de lo poético. Teatro de cámara por la forma; pero en el fondo, teatro utópico. Arriesgado y muy necesario. Huyendo de lo posible, Pablo Remón y los actores Fernanda Orazi y Emilio Tomé navegan hacia paraísos remotos acaso muy cercanos. Igual que hace Bach en su teclado, la quimera de Barbados funciona como punto de fuga de este interesante ejercicio de variaciones dramáticas en torno al tema de la pareja, o quizás en torno al amor como paraíso perdido, como destino imposible de recuperar.

Dos actores-personajes, Fernanda y Emilio, juegan a ser pareja y a no serlo; fingen o quizás dicen la verdad. Hacen teatro. Cuentan sin interpretar tres historias de amor o de desamor narradas con surrealismo a veces cómico a veces poético: un tapicero ambulante enamorado de una mujer casi abandonada por su marido, una chica que fantasea con el roquero Joey Tempest y un matrimonio, o quizás dos extraños, nunca se sabe, que huyen de o hacia su destino. El distinto tono de las tres resulta chocante, tanto como hacer sonar un cuarteto de cuerdas de Philip Glass junto a 'The final countdown', y la fantasía cósmico sexual con el grupo Europe es una alucinación algo pueril.

Pero las historias son solo el pretexto para una obra más ambiciosa: variaciones musicales con palabras, con precisos diálogos escritos de forma cooperativa, con una puesta en escena sobria y elegante, sin más acción que la sutil gestualidad de los intérpretes, con gusto por la dicción y la entonación con sentido, jugando con las imágenes y las sensaciones que transmiten, dejando que las frases evoquen misterios más profundos que su significado literal. Un elogio del texto encarnado, la poesía puesta en pie que en raras ocasiones es el teatro. Ni siquiera es necesario entenderlo enteramente; basta con sentirlo. Su verdadero horizonte está en esas palabras y más allá de las palabras. En el abismo que evocan.

... Como mucho de lo que hablamos, tú y yo, y no lo pensamos de veras. Y acaso sea lo que callamos lo que en realidad nos decimos. ¿Es en estas torpes palabras donde asoma el infierno? ¿Es ese silencio toda la música que queda del paraíso?

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