El oficio más viejo en el viejo Logroño
Un estudio de la UR a partir del Reglamento de Higiene de 1889 analiza la regulación de mancebías de la ciudad y la explotación sexual de al menos 118 mujeres
No somos partidarios de hacer a la mujer médico, abogado o ingeniero –afirmaba en 1890 el médico higienista Donato Fernández, autor de una memoria sobre el servicio de 'higiene especial' en el hospital civil de Logroño– . Nos parecen ridículos esos títulos con faldas, pero aun con eso nunca será sobrado ilustrada la mujer para cumplir la altísima misión que le está reservada, llamada a convertir en templo el hogar, y en altar la cuna. La mujer lleva en su ignorancia el germen de su perdición».
Semejante expresión de misoginia decimonónica está hoy día ampliamente superada tras más de un largo y duro siglo de conquistas feministas y, sin embargo, continúa sin resolver el debate sobre la prostitución, si regularla o abolirla. Un estudio de la Universidad de La Rioja (UR) se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX para analizar un momento histórico en el que trató de abordarse la cuestión –con escaso éxito– desde preceptos higienistas pero con un pesado lastre moralizante y una hipocresía social que todavía mueve a la reflexión.
Según Marina Segovia y Javier Zúñiga, autores del trabajo, la mentalidad de la época tendía a consentir, aunque con desprecio, el comercio sexual y a justificar su regulación a partir de un intolerable pero socialmente tolerado prejuicio machista: «Entendido el impulso sexual como un instinto incontrolable e inherente al género masculino, la prostitución parecía la forma más idónea de liberar pulsiones sexuales y proteger la honra de las mujeres consideradas decentes».
En consonancia con las tendencias regulatorias internacionales, Logroño promulgó un Reglamento de Higiene en 1889
La fundamentación científica de los discursos higienistas y la valoración social de la figura del médico «favorecieron la aceptación de los planteamientos reglamentistas por parte de la burguesía progresista», un regulacionismo basado en el control higiénico para reducir el alarmante contagio de enfermedades venéreas. El origen de ese modelo se remonta a la Ilustración, que contemplaba el problema desde una perspectiva moral, política, económica y sanitaria, pero lo resumía en dos prioridades: sanidad y orden público.
Consecuentemente, el objetivo de las autoridades era frenar los contagios y controlar el comportamiento de las prostitutas. El modelo inglés, de mediados del siglo XIX, tendió a una forma de legalización que exigía a las mujeres ser inscritas en un registro y someterse a análisis ginecológicos forzosos, al tiempo que autorizaba su detención. El modelo francés, el más imitado en el resto de Europa, legalizó los burdeles regidos por una madame, con pupilas que debían portar una cartilla sanitaria y pasar dos inspecciones médicas semanales.

Casas de lenocinio en Logroño de 1890 a 1910
Mancebías públicas
Mancebías clandestinas

Casas de lenocinio en Logroño de 1890 a 1910
Mancebías públicas
Mancebías clandestinas
La de la calle San Gil
fue escenario de varios
episodios violentos
Mancebía clandestina en el 4 de San Roque. Fue denunciada y clausurada en 1893
Calle del Horno, 12.
A cargo de Vicenta Tobías, conocida coloquialmente como ‘La Garbancera’
Muro de
Carmelitas.
En 1902 se elevó una
queja formal al
Ayuntamiento por parte de los vecinos
Calle Los Yerros. Tras el cierre de una casa anterior, se implantó una nueva en 1891 a pesar de las repetidas quejas de los vecinos
Calle Los Baños. El punto neurálgico de la prostitución logroñesa. Aquí se concentran tres mancebías de manera simultánea: Daniela Pesquera en el 6, Segunda Rubio ‘La Morena’ en el 8 y el número 10 otra.

Hospital de Logroño
Fábrica de tabacos
Estación de ferrocarril
Casas de lenocinio en Logroño de 1890 a 1910
Cuartel Alfonso XIII de Artillería
Mancebías públicas
Mancebías clandestinas
Mancebía clandestina en el 4 de San Roque. Fue denunciada y clausurada en 1893
La de la calle San Gil
fue escenario de varios
episodios violentos
Calle del Horno, 12.
A cargo de Vicenta Tobías, conocida coloquialmente como ‘La Garbancera’
Muro de Carmelitas.
En 1902 se elevó una
queja formal al
Ayuntamiento por
parte de los vecinos
Calle Los Yerros. Tras el cierre de una casa anterior, se implantó una nueva en 1891 a pesar de las repetidas quejas de los vecinos
Calle Los Baños. El punto neurálgico de la prostitución logroñesa. Aquí se concentran tres mancebías de manera simultánea: Daniela Pesquera en el 6, Segunda Rubio ‘La Morena’ en el 8 y el número 10 otra.

La de la calle San Gil
fue escenario de varios
episodios violentos
Mancebía clandestina en el 4 de San Roque. Fue denunciada y clausurada en 1893
Hospital de Logroño
Fábrica de tabacos
Calle del Horno, 12.
A cargo de Vicenta Tobías, conocida coloquialmente como ‘La Garbancera’
Muro de Carmelitas.
En 1902 se elevó una
queja formal al
Ayuntamiento por
parte de los vecinos
Calle Los Yerros. Tras el cierre de una casa anterior, se implantó una nueva en 1891 a pesar de las repetidas quejas de los vecinos
Estación de ferrocarril
Casas de lenocinio en Logroño de 1890 a 1910
Cuartel Alfonso XIII de Artillería
Calle Los Baños. El punto neurálgico de la prostitución logroñesa. Aquí se concentran tres mancebías de manera simultánea: Daniela Pesquera en el 6, Segunda Rubio ‘La Morena’ en el 8 y el número 10 otra.
Mancebías públicas
Mancebías clandestinas
'Pupilas' de La Villanueva
En España, el reglamento de 1847 «para la represión de los excesos de la prostitución» en Madrid puso fin al paréntesis abolicionista desde Felipe IV y sentó las bases de la regulación en otras ciudades. Alcaldes y gobernadores civiles se disputaban la recaudación de tasas y el control de la seguridad ciudadana. Logroño no fue ajena a esta tendencia general y en 1889, tras un proceso marcado por la polémica entre Ayuntamiento y Gobernación, promulgó su propio Reglamento de Higiene.
Al igual que en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, en las capitales de provincia el lenocinio se concentró en las zonas más deprimidas. Las autoridades locales trataban de apartar del espacio público esta actividad «de mala nota». En Logroño, aunque también había mancebías próximas al centro urbano, la mayoría de las registradas como 'públicas', unas doce, fueron deliberadamente empujadas al barrio de La Villanueva.
Las mancebías de Logroño se concentraban en el barrio de La Villanueva y hacia 1890 estaban registradas 118 mujeres
«Se trataba –explica el estudio– de una de las zonas más pobres, por lo que los alquileres eran bajos y las quejas vecinales adquirían menor importancia. Además, se encontraba cerca del cuartel de Caballería y del correccional, fuentes de clientela habitual. La estrechez de sus calles –la calle del Ochavo, entre los Baños y Hornos, sigue siendo actualmente la más estrecha de la ciudad– colaboraba a la hora de restar visibilidad al negocio».
La prostitución se ejercía en mancebías dirigidas por un 'padre' o una 'madre', lo más habitual. A sus órdenes, las 'pupilas' eran por lo general mujeres jóvenes, de entre veinte y treinta años en su mayoría, aunque también había muchas menores a partir de quince años y menos de hasta cuarenta. De las 118 mujeres registradas entre 1889 y 1892 por el Negociado de Higiene de Logroño, el mencionado médico Donato Fernández, con la doble moral de su tiempo, distinguía entre unas ochenta que ejercían «por su situación económica» y el resto, «que responden al patrón de mujer 'caída'», es decir «mujeres seducidas o abandonadas a su suerte».
Eran en su mayor parte analfabetas; solo dieciocho sabían leer y escribir. Es esta circunstancia lo que llevaba a afirmar al higienista –supuestamente un hombre de ciencia– aquello de que «la mujer lleva en su ignorancia el germen de su perdición». Lo cierto es que muchas de ellas provenían del entorno rural o de otras ciudades, por lo que, «carentes de lazos familiares, debieron desarrollar sus propias redes de sociabilidad y cuidados».
Una consecuencia de la regulación fue convertir en condición definitiva una práctica puntual en los casos de mujeres de clase obrera que, en momentos de aguda escasez, recurrían esporádicamente a la prostitución pero quedaban registradas y socialmente marcadas a perpetuidad.
Crimen sin castigo
Además, a menudo fueron «objeto de abusos y una violencia extrema» en todos los órdenes, tanto por parte de clientes y proxenetas como de policía y jueces. El 21 de octubre de 1897, por ejemplo, Santiago Robles fue juzgado por el asesinato de Jenara López Santamaría, una pupila, tras una riña en la calle Ruavieja. El homicida, que en ningún caso negó los hechos, se justificó por un arrebato de «irresponsabilidad». Terminó siendo absuelto y aclamado a la salida del juzgado.
En junio de 1902, Juliana López, de la mancebía de Vicenta Tobía 'la Garbancera', murió a manos de Pedro Íñigo Moreno. Él quería casarse, pero, al ella negarse, le disparó a bocajarro y luego se suicidó también en Ruavieja. Para el periodista, Juliana solo era «una desgraciada, como lo son todas las que se revuelven en el torbellino de la prostitución», el negocio de «los actos relajatorios».
Las crónicas de este tipo de sucesos se recreaban así, sin ninguna consideración hacia la víctima. Pero no eran más censurables los reporteros que higienistas, filósofos, reformadores morales o políticos, la sociedad en general, que «defendía la maternidad como destino biológico ineludible para la mujer al mismo tiempo que justificaba el acceso a los cuerpos de las 'mujeres públicas' o 'caídas'». Aunque el término no se usaba en aquel tiempo, en realidad no era otra cosa que explotación sexual.
De la crisis del modelo reglamentista a los clubes nocturnos
El intento reglamentista a caballo entre los siglos XIXy XX entró en crisis «revelando la rigidez de una normativa incapaz de adaptarse a los profundos cambios que estaban alterando el propio sistema prostitucional y que terminaron con la desaparición de la mancebía tradicional con pupilas internas frente a modelos más sugestivos para los clientes, como los cafés cantantes y los establecimientos con 'camareras'».
Según Javier Zúñiga y Marina Segovia, autores del estudio 'Prostitución pública e higienismo en Logroño durante el siglo XIX', con posterioridad a eso, las casas de citas, en las que existía la posibilidad de alquilar un habitación por horas, «ganaron popularidad y algunas pupilas decidieron abandonar la seguridad del universo cerrado de la mancebía para ejercer la prostitución de forma más independiente».
En muchos casos la figura del ama de mancebía se vio sustituida por la del dueño del club nocturno y las mujeres continuaron siendo objeto de violencia por parte de proxenetas, clientes y policía. Ya durante el franquismo se recuperaron los antiguos reglamentos decimonónicos, que estarían vigentes en muchas ciudades españolas hasta 1956.
Ha sido «la actualidad de los debates en torno a la prostitución, unido a las discusiones internacionales en torno a la conveniencia de reglamentar o abolir esta actividad», lo que ha despertado el interés de los investigadores con la intención de que su trabajo contribuya a aproximar la solución.
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