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Notas con brillo

Notas con brillo

Berklee, la escuela de música más prestigiosa del mundo, celebra el fin de curso de su campus en Valencia con un concierto para mostrar toda la baraja de su talento. El 94% de su alumnado encuentra trabajo en su especialidad

FERNANDO MIÑANA

Jueves, 11 de julio 2019, 22:14

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Cae la tarde en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la colosal impronta de Santiago Calatrava en Valencia. Hace un calor pesado y pegajoso que te hace sentir pringoso. Una tímida brisa recorre el antiguo cauce del río Turia y, de inmediato, la gente estira el cuello como suricatas. Un alivio en este ocaso asquerosamente húmedo. Muchos avanzan pertrechados con sillas plegables y bolsas de pícnic en busca de un buen sitio en medio del inmenso jardín que se extiende frente al escenario. En medio, unas filas de sillas de plástico, territorio acotado para familiares e invitados. Tras el escenario, chirrían los violines y barritan los instrumentos de viento. Decenas de jóvenes músicos están preparándose. Es su noche. La noche de Berklee.

Berklee School of Music, con sede en Boston, es la escuela de música más prestigiosa del mundo. Lo es desde que revolucionó la enseñanza, rompiendo con el estilo clásico y encorsetado de los conservatorios, incorporando los ritmos del momento, como el jazz en los 40, cuando abrió sus puertas. Hace once años inauguró su primer campus fuera de su ciudad, en Valencia, capital de una región donde cada pueblo tiene su banda de música y puente hacia Europa y la cuenca sur del Mediterráneo. Esta semana se despiden con birretes y togas negras, y el sábado celebraron el fin de curso con un concierto. «La idea es mostrar el talento que hay en las diferentes disciplinas que se estudian en los cuatro másteres de manera artística para que el público lo disfrute. Es un reto porque se trata de mostrar toda la diversidad, una experiencia coherente y bonita», detalla María Martínez Iturriaga, una madrileña elevada a directora ejecutiva desde la primavera de 2016.

Los músicos conversan para que pase el tiempo más rápido bajo la cúpula de l'Hemisfèric mientras los bailarines se retuercen como contorsionistas. Se peinan y maquillan unos a otros. A los lados, un par de mesas con fruta y unos pocos botes de Coca-Cola caliente dentro de un barreño de agua caldosa.

Marta Bautista será una de las primeras en subir al escenario. Esta canaria de 27 años toca el bajo y eso hará que se pase la noche arriba y abajo. Su padre, que dirige el conservatorio de Las Palmas, es músico. Como su tía y su tía abuela. Así que desde niña jugó con toda clase de instrumentos. A los 15 se decantó por el bajo y el contrabajo, el instrumento con el que se ha convertido en una de las patas de Flor de Canela, el grupo de mujeres con el que acaba de grabar un EP producido por Juanma Latorre, guitarrista de Vetusta Morla. Marta, que después del conservatorio hizo el superior de jazz y música moderna en Esmuc, en Barcelona, no tenía pensado hacer un máster en Berklee, pero tocó junto a una amiga en la audición para ingresar y Casey Dressen, el director del programa, la animó a hacerlo. «Al final acabé aquí, y es lo mejor que me pudo pasar. Todas las escuelas se preocupan de que toques mucho y seas muy buen intérprete, pero esta se preocupa de sacar lo mejor de ti como artista», explica entusiasmada.

El inglés es el idioma de Berklee. Solo en Valencia, este año hay alumnos de treinta países. Se reparten sentidos abrazos y exclaman «Break a leg!», que es la manera anglosajona de desearle mucha 'mierda' a un artista. El sol se escurre y unos focos rojos colorean la penumbra hasta darle al 'backstage' un aire de escena del crimen de película de cine negro. Aunque allí las únicas figuras que se podrían siluetear serían los instrumentos que reposan en el suelo. Una chica remata el peinado de Erynn Legna McLeod, una dulce neoyorquina que susurra más que habla. Su madre, profesora de interpretación, la tuvo mientras su padre cantaba en el musical 'Jekyll&Hyde' en Broadway. Veinticuatro años después, intenta hacer carrera como cantautora y esta noche estrena 'Optometrist', su creación. «Aquí encontré lo que buscaba», asegura después de once meses en Valencia, donde ha vivido rodeada de música. «Es un campus pequeño y todo el mundo colabora mucho musicalmente. Siempre están muy dispuestos a apoyarse entre la gente de diferentes programas». Erynn luce en el brazo un tatuaje con una montaña de arena bajo una mano, reminiscencia de los juegos de la infancia con su padre en la playa. Está feliz porque esta noche estarán su madre y su hermana entre el público mientras desenrolla su voz de seda.

De la iglesia a la televisión

El contrapunto de la sutil Erynn es la volcánica Alexjandria Edwards. Esta alumna de Michigan ha hecho un máster sobre producción pero también actúa, como demuestra al final del concierto. Una mujer poderosa, un híbrido entre Beyoncé y Serena Williams, que sale a revolucionar el escenario con la fuerza de su baile. Al fin algo salvaje en una velada quizá demasiado correcta en la que hasta el rapero -con más pinta de 'hipster' que de rapero con su estudiado bigotito- parece un niño de papá.

Alex acudió la víspera a la sede de Berklee Valencia, en el rimbombante Palau de les Arts, en una pequeña bicicleta eléctrica. Vestía una camiseta de Hard Rock Ibiza y hablaba un correcto español al que traiciona en cuanto empieza la grabación. La chica del norte de Estados Unidos, feliz de haber pasado un invierno templado en Valencia, dice que ya cantaba cuando solo tenía un año. Su escuela, como la de tantos cantantes, fue el coro de la iglesia. Góspel a granel. Luego vinieron los programas de formación, el coro del instituto, los concursos... A los 15 años participó en el 'American Idol' que emitía la Fox, pero solo superó una ronda. Ahora parece más centrada en la industria de la música que en los escenarios y en unos días debe decidir si acepta la oferta de Google para trabajar en Virginia o California.

En Valencia ha desenterrado su vena artística: «Lo mejor de mi paso por Berklee ha sido poder participar en tantas actuaciones. No lo tenía en mente porque venía a estudiar sobre negocios, pero la vida te lleva por los caminos que necesitas cuando menos te lo esperas. Aquí, además, he podido acceder al estudio, como a los distintos materiales, de forma gratuita, mientras que en EE UU todo es muy caro. Eso te permite experimentar sin arriesgar tu dinero». No es la única deslumbrada por el estudio. Entre las actuaciones intercalan un vídeo en las pantallas que flanquean el escenario. En ellos aparecen los estudiantes respondiendo a las mismas preguntas. Una les pide que digan qué se llevarían de Valencia. Muchos tiran del tópico: las Fallas, el sol, las tapas; otros son más profundos y desvelan que se llevan «el cambio personal» que han vivido; y los más prácticos sueltan: «Yo me llevaría el estudio entero conmigo».

El día anterior también aparece Simon Tomás, un eslovaco de 25 años con la piel más blanca que Andrés Iniesta. Su epidermis está llena de tatuajes rotundos, como su voz. Este ciudadano de Bratislava ha hecho el máster de composición musical para cine, televisión y videojuegos. Su formación empezó de la manera tradicional, aprendiendo a dominar el piano, pero no le gustaba tener que dedicar tantas horas a las teclas. A él le tiraban los ordenadores y descubrió que la producción le seducía mucho más. Por eso viajó a Valencia, para rematar su formación con diez meses realmente intensos. «Los días aquí son muy ajetreados, con muchos proyectos, dormir poco y trabajar mucho -cuenta-. Pero ha sido muy gratificante. Increíble. Y encima vivir en España, con este clima y esta comida, ha sido fantástico».

El espectáculo está en su recta final. Un bailarín que lleva toda la noche estirando se lanza al suelo y empieza a hacer flexiones. En una esquina, ajena al trajín del 'backstage', una india llamada Upatyaka Dutta parece entonar un mantra con un hilo de voz sentada sobre sus piernas cruzadas. El tiempo ha doblado la bisagra de un nuevo día sin que afloje el bochorno en ese río de virtuosismo. María Martínez Iturriaga, que ha recibido la visita de Roger H. Brown, el presidente de Berklee, vuelve a emocionarse. Otro año más. Es la coronación de sus alumnos, a quienes nunca soltará de la mano: «Se han graduado cerca de 700 y les seguimos la pista a todos». Y disfrutan orgullosos cuando, como este año, ven sus nombres en una formación que ha ganado un Grammy o en la banda que ha grabado el último álbum de Springteen o los músicos que están girando con Beyoncé o Alejandro Sanz. Puro talento.

Lawrence Berk fundó Schillinger House, precursora de la actual escuela (Berklee desde 1954), en 1945. Hoy está considerado el laboratorio de aprendizaje de música más importante del mundo. Sus alumnos han logrado 294 premios Grammy, 95 Grammys Latinos, 19 Emmys y cinco Oscar.

El guiño de Julio Iglesias

El cantante español le puso 'Berklee' a uno de sus perros. Julio Iglesias es Doctor Honoris Causa desde 2015, como Paco de Lucía (2010) o Alejandro Sanz (2013). Un privilegio que comparten con nombres como Duke Ellington (el primero, en 1971), David Bowie, Phil Collins o Aretha Franklin.

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