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Francisco Contreras, el ‘Niño de Elche’, posa tras la entrevista en la sede de su discográfica en Madrid. Alberto Ferreras
«Mi flamenco es promiscuo y marciano»

«Mi flamenco es promiscuo y marciano»

Francisco Contreras, 'Niño de Elche' - Cantaor ·

«La intoxicación musical es una riqueza», dice el heterodoxo artista ilicitano, que pone de nuevo el género patas arriba con su quinto disco

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Domingo, 18 de febrero 2018, 01:05

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«Experimental, promiscuo y un poco marciano». Así es el flamenco del 'Niño de Elche' -Francisco Contreras (1985)-, cantaor iconoclasta que vuelve a poner el género patas arriba con 'Antología del cante flamenco heterodoxo' (Sony), un doble CD y triple vinilo que llega el 23 de febrero. En un caleidoscopio de 27 temas, reinventa todos los palos. Saetas, fandangos, seguiriyas o tanguillos se mezclan con música electrónica, clásica o rock. Escritor, 'performer', compositor y agitador, «intoxica» su flamenco con Shostakóvich, Boulez, Guy Debord, Crumb, Eugenio Noel o Tim Buckley. Explorador del heavy con el grupo 'Exquirla', con 'Voces del extremo' firmó el disco del año para 'Rockdelux', Radio 3 y la Asociación de Prensa Musical.

-Su flamenco es impuro, extraño y ¿un poco marciano?

-Si conociese a los marcianos, quizá me sintiera reflejado. Quién sabe. Soy flamenco 'ex'. Merodeo la zona flamenca pero tengo un gran contenido flamenco. ¿Marciano? Pues seguramente sí.

-Heterodoxo, desde luego.

-Sin duda. Transito por los caminos que abrieron otros heterodoxos, que son muchos más de los que pensamos. Músicos entrometidos que con sus intoxicaciones hicieron otro el flamenco.

-Además de promiscuo, en el mejor sentido, su flamenco es experimental y radical.

-La promiscuidad musical es una riqueza, en especial para el flamenco, que siempre se ha movido ahí. Soy experimentador porque soy flamenco, pero no todo lo que hago es experimental. No hay nada raro en ser un flamenco experimental y radical. Son actitudes, no posicionamientos. Radical es moverse hacia la raíz, como Ulises en su viaje a Ítaca, a su destino. Un viaje que le cambia, como la vida, ese viaje en el que debemos escuchar el aire, como Ulises. Es apasionante empezar un proyecto siendo uno y acabar siendo otro. Transformarse en lo musical, lo político y lo ideológico. Desplazarte, moverte es un éxito. Si te transformas, quizá transformes al público.

-Mezcla a Guy Debord con la mística. ¿Le interesa más la filosofía que la 'jondura'?

-Todo está muy unido. La 'jondura' no está solo en el flamenco. No sabemos si es más jondo Debord, Val del Omar, Cagancho, Lola Flores, Valcárcel Medina o Andy Warhol.

-Alterna lo tierno y lo salvaje en este su quinto disco.

-Esa tensión es lo más cercano a lo que podemos entender como lo natural, si es que existe. La química, que es lo que somos, también trabaja en esas tensiones.

-¿Reclama comprensión o respeto para su flamenco intoxicado?

-Respeto. La comprensión ni depende de mí ni es una necesidad. Intoxicarse ha sido muy enriquecedor para el flamenco, que es un arte degenerado. Como decía José Luis Ortiz Nuevo, se ha construido desde esa degeneración.

-¿Qué es el duende?

-Manuel Agujetas decía que es el coco. Se puede traducir en mil cosas. Darle el sentido que más te interese según qué momento. Pero hay que activarlo. Con drogas, con sesiones de respiración de varias horas, de improvisación... El duende necesita siempre al otro y eso es lo interesante. Si lo encuentras y nadie lo percibe, lo que hagas pasará sin pena ni gloria.

-A Camarón lo condenaron los puristas y a usted no le regalan los oídos.

-Me enfrento a ellos. Es novedoso y no están acostumbrados. Les digo que luchan por una utopía, que es la ortodoxia, y que tienen todas las de perder. Tratar de construir la ortodoxia es un oxímoron. Incluso Antonio Mairena construye su ortodoxia desde la heterodoxia y la vanguardia. Es la paradoja del flamenco.

-¿A qué dimensión quiere llevar el cante?

-A ninguna. Me muevo como artista, como sujeto político, artístico y social. No como flamenco. Llevo mis intoxicaciones en mis mochilas, y el flamenco es una de ellas.

-¿Importa más la garganta o el cerebro en el sentimiento?

-Todo. El cerebro y la garganta, como órganos, son vitales. Y el sentimiento, dentro de un contexto social y político, marca la lógica de la acción.

-¿Flamenco y música clásica se enriquecen?

-Depende de la época y el artista. Son dos géneros bastante anquilosados, incluso cuando se juntan. Y lo hacen sin violencia, sin intoxicarse en exceso. Para que haya intoxicación debe haber iconoclastia, heterodoxia y actitudes más radicales. Ahora la lógica artística hace que se den poco.

-El flamenco ¿necesita revoluciones?

-Nace de la revolución sociopolítica. No de la revolución grandilocuente que se proponía en el siglo pasado, sino de las pequeñas revoluciones que son reacciones a lo establecido. Los flamencos se saben mover muy bien en esas esquizofrenia. Está en la clase alta y en el lumpen.

-¿Tiene ideología el flamenco?

-No. Sus actitudes políticas están muy cercanas a lo anárquico, a lo liberal. Cada vez más alejadas del marxismo o del conservadurismo. No se puede entender el flamenco desde esas lógicas.

-¿Qué música escucha?

-Últimamente mucha electrónica. Depende del trabajo y el momento. Ayer escuché discos de Ligeti, Crumb, Pierre Boulez o Win Martens.

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