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El escritor, periodista y galerista Manuel Vicent (1936, Villavieja -Castellón-). M. JARA
«En el mundo digital hay cosas maravillosas y cloacas cada vez más profundas y nauseabundas»

«En el mundo digital hay cosas maravillosas y cloacas cada vez más profundas y nauseabundas»

Manuel Vicent y Bernardo Sánchez comparten hoy conversación en el Centro Caja Rioja de Gran Vía (20.00) en el marco del festival literario CuéntaLO Manuel Vicent Escritor, periodista, articulista

ESTÍBALIZ ESPINOSA* eespinosa@diariolarioja.com

LOGROÑO.

Miércoles, 29 de noviembre 2017, 00:01

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La última vez que Manuel Vicent y Bernardo Sánchez coincidieron fue hace un mes en Arnedo, en el festival Octubre Corto, donde se premió el libro 'Memorias de sobremesa', en el que se recoge una serie de conversaciones entre Vicent y Rafael Azcona. A este último se refiere Vicent como a un hombre «sorprendente». Y se explica. «Azcona era un ser maravilloso que te sorprendía siempre porque nunca se repetía. Todo lo que decía era de primera mano y lo había experimentado; tenía sentido del humor; veía la realidad de una forma muy próxima, siempre desde el ángulo surrealista y a la vez inteligente. Era el rey de las sobremesas porque elevaba la conversación a una categoría de amistad, de filosofía, de arte, de humor...».

También la fórmula de la conversación hará hoy coincidir a Manuel Vicent y Bernardo Sánchez en Logroño, en el festival literario CuéntaLO. Será en el centro Caja Rioja-Bankia Gran Vía, a las 20 horas y con entrada libre hasta completar aforo. Por la mañana habrá sesiones de animación a la lectura en distintos institutos, mientras que Ander Izaguirre protagoniza la actividad 'Encuentros con autores' en el IES Cosme García (13.00) y en la Casa de los Periodistas (16.00).

Manuel Vicent nos da algún apunte sobre la realidad que asoma a sus columnas dominicales en El País y sobre su mirada como escritor y periodista.

Un periodista no puede acostumbrarse a normalizar las cosas, tiene que sorprenderse de lo raro que es el ser humano

-Bernardo Sánchez es un gran cinéfilo y usted ha aportado al cine dos obras: 'Tranvía a la Malvarrosa' y 'Son de mar'. ¿Cree en el poder de las artes para poner al hombre contemporáneo en su sitio?

-Si ves toda la historia de la Humanidad y nuestra historia específica, todo lo que ha quedado es arte, solamente arte. Las políticas han pasado, los crímenes, las miserias humanas... todo se ha desvanecido y lo que queda es lo que el ser humano ha dejado en una forma de espíritu a través del arte. Quedan las pirámides, las catedrales, los cuadros, los poemas, los cuentos que están en el aire..., que es lo que merece el hecho de haber pasado por este mundo una especie tan rara como la del ser humano. Ese rastro que ha dejado del arte es lo que ha vivificado a este planeta.

-Luego deberíamos mimarlo.

-Lo que pasa es que el arte es ubicuo, antiguo, se renueva continuamente. Cosas que ahora estamos viviendo y no valoramos, los que vengan detrás lo considerarán una impronta imperecedera. Cosas que ahora nos parecen miserables serán por las que dentro de cien años nos van a reconocer cómo éramos, cómo vivíamos, qué soñábamos, qué crímenes eran los nuestros... Será en algún libro, en las películas, los reportajes, en algún invento digital.

-Usted cultiva como pocos el valor de la palabra y lo hace en un ámbito, el periodístico, donde las palabras parecen perder la batalla frente a la imagen. ¿Eso frustra?

-Frente a las imágenes hay que usar palabras imaginativas, palabras que explosionen en la mente del lector y que sean luminosas, que provoquen imágenes. Porque de una imagen concreta no te puedes salir, mientras que una palabra o una frase tiene infinitas direcciones dentro de la inteligencia del que la lee.

-Desde las páginas de El País cada semana nos cuenta una pequeña historia, se diría que basada en hechos reales. ¿Se diría también que nuestra realidad supera a menudo la ficción?

-La mirada es una fuente de sabiduría, de inteligencia y energía, pero hay formas de mirar. Si miras la realidad en un plano general, ésta casi siempre se repite, mientras que si educas la mirada para ver en un primerísimo plano, la realidad se renueva cada minuto, es siempre distinta porque vemos las cosas con una conciencia próxima. Y entonces la vida es absolutamente maravillosa, sorprendente, surrealista, mágica...

-¿Hacia dónde enfoca su mirada con más interés?

-Yo vivo mirando, el trabajo de un escritor consiste en vivir. Para alguien que ve el mundo a través de las palabras, estar vivo es estar trabajando porque se alimenta de las cosas que ve. E incluso dormido se está trabajando porque los sueños también son parte de tu trabajo. Un periodista -también un escritor- no puede acostumbrarse a ver las cosas como si fueran normales, tiene que sorprenderse cada momento de lo raro que es el ser humano; de la capacidad de miseria y de gloria que tiene el hombre, que puede convertirse en un héroe, un traidor, un asesino o en un santo en una fracción de segundo.

-Me temo que nuestras miradas están normalizando demasiadas cosas.

-Nuestro cerebro codifica las injusticias, la pobreza, la venganza, las miserias humanas... y quitarte del cerebro esa codificación es un ejercicio de honestidad y de nobleza, de inteligencia e incluso de santidad.

-La enorme plataforma digital en la que se asienta nuestra sociedad, ¿a qué nos está llevando?

-Las redes es la basura, la cloaca. En la antigua Roma había una cloaca máxima que hizo Tarquinio y el Estado moderno también tiene sus cloacas. Las redes sociales tienen unas cloacas manipuladas por fanáticos, suicidas verbales llenos de venganzas, insultos, rebuznos, amenazas... Ese submundo digital donde desde el anonimato y únicamente con las yemas de los dedos puedes destruir a cualquier persona, manipular, falsear... eso son las cloacas. El mundo digital está creando otra realidad donde hay cosas maravillosas pero también unas cloacas, y cada vez son más profundas y más nauseabundas.

-¿Echa de menos el tono y la dinámica de la actividad parlamentaria durante aquellos años de la Transición en los que usted ejercía como cronista?

-Fue un momento estupendo para un periodista estar allí, sobre todo siendo cronista. En aquel momento (1977-1978) estar todo el día por el bar de las Cortes fue una verdadera suerte. Era cuando aquel nido de la democracia empezaba a calentarse; cuando Carrillo, Pasionaria y Alberti se cruzaban con Fraga y todos los franquistas. Creo que la democracia de verdad no nació en el hemiciclo, aquello era muy formal, sino en el bar, donde unos y otros empezaron a saludarse, a hablar entre ellos vinieran de donde vinieran (del franquismo, el exilio, la clandestinidad...) y yo presencié desde primera línea cómo se iban ablandando esos odios hasta convertirse los enemigos en adversarios. Posteriormente se volvió al otro sistema, al de considerar al adversario como enemigo, sobre todo desde la época de la segunda legislatura de Aznar.

-En alguna ocasión ha confesado: «una de mis fórmulas de salvación es escribir rápido». ¿Acaso tiene más fórmulas de salvación?

-Pues no lo sé. La salvación puede ser desde un gin tonic en su momento, una buena música, mirar el mar, hablar con los amigos, conversar y punto, porque este Planeta no da para mucho más.

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