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METAMORFOSIS AZUL

METAMORFOSIS AZUL

JONÁS SAINZ

Jueves, 1 de enero 1970

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Cuando Juan se despertó una mañana después de un sueño intranquilo -llamémosle Juan por no llamarle Gregorio Samsa-, no se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto, no, pero algo extraordinario le sucedió al ponerse sus gafas de nadar intensamente azules y empezar a ver el mundo con otro color.

De pronto vuelve a leer el Quijote y entiende lo que nunca había comprendido, va al cine y ve siete veces seguidas 'El perro andaluz', busca en la Biblioteca los libros más duros, incluso se atreve con 'El mundo como voluntad y representación' y Schopenhauer lo arrastra entonces a una forma de pesimismo filosófico sorprendentemente feliz. Y contagiosa.

-He observado -dice- que las otras personas, al hablarles yo con gafas de nadar, me escuchan con una atención que antes no me prestaban. Es una sensación agradable. Me refiero a frases como 'tengo hambre' o 'estoy cansado' o 'somos el inconsciente de ese que se nos aparece en el sueño' [...]

Juan es Juan Mayorga y el inconsciente ese que se le aparece en el escenario es César Sarachu. Como uno solo formulan la raíz cuadrada de menos uno mismo y calculan, en un brillante ejercicio de teatrosofía intensamente audaz, mi propia inconsistencia de número imaginario. La metamorfosis está completa: los tres, Juan, César y yo mismo, somos ya un único sujeto a la deriva.

-No puedes ser como eres -nos reprende la esposa cansada de las excentricidades del marido.

-Pero tampoco puedo ser de otra manera -respondemos recurriendo al filósofo alemán.

-Pues peor me lo pones.

Quizás ella lleve razón, quizás seamos un imposible, la torpe representación de un sueño que no alcanzamos a conciliar, prófugos de la razón tratando infructuosamente de ordenar el caos... Quizás no veamos el mundo como es, sino como somos nosotros. Pero quizás ahí, mientras nos arrastra la marea del diluvio, al menos somos capaces de mirar las estrellas.

'Intensamente azules' es un monólogo con diálogos matemáticamente irrefutables, alta filosofía aplicada y divertido surrealismo doméstico que invita a cambiar de gafas para empezar a cambiar el mundo. Pero la lúcida obra de Mayorga es tan literaria que sería un galimatías indescifrable sin Sarachu encarnándolo y humanizándolo con su estilo genuino: con su forma única de decir el texto, su gestualidad inteligente y su expresión corporal de mimo parlante. Un actor inteligente haciendo poesía también con el silencio, la forma en que el autor intenta acotar el tiempo. Nuestro tiempo.

La vida es un anhelo opaco, insiste Schopenhauer, y la única forma de rebelarse contra la tiranía de lo fatal es robarle al destino fugaces momentos, si no de felicidad, sí de poética esperanza.

Salgo así del teatro intensamente azul, con un anhelo renovado. En la calle encuentro a Juan; parece algo desorientado sin sus gafas de nadar. Alrededor cunde el pesimismo, pero todo el mundo, de bar en bar, toma helado de fresa.

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