¡A sus órdenes!
La Filmoteca Rafael Azcona se arma con la artillería más beligerante y jocosa y proyecta su segunda película consecutiva del ciclo 'Clint Eastwood, la última ... leyenda', 'El sargento de hierro' (1986), una socarrona y extrovertida historia a mitad camino del cine bélico y la comedia cuartelaria que se podrá ver a partir de las 19.30 horas.
En la época de su realización, el exactor Ronald Reagan era el 40.º presidente de los Estados Unidos y en la URSS el presidente soviético Gorbachov introduce la perestroika y el glastnost, dos procesos de reforma, y abandona la doctrina de Brenhnev. El orden mundial presentaba estos rasgos mientras que Eastwood empleaba un estilo asceta en 'El jinete pálido' (1985), que se pasó ayer, y barajaba sus contratos comerciales antes de hincarle el diente a uno de sus proyectos personales más ambiciosos: 'Bird' (1988).
En tiempos de hazañas guerreras entreveradas de exaltación militar y alegatos antibélicos, sin olvidar que un cineasta de la talla y rango de Stanley Kubrick rueda su cruel observación del matadero humano que supone la intervención en cualquier guerra en su paranoica 'La chaqueta metálica' (1988), Eastwood, en la cima de popularidad, se pone los galones del sargento de artillería Tom Highway y nos deja petrificados en la butaca con su atronador y disparatado ejercicio de la instrucción castrense.
El perfil lacónico y adusto hasta ahora del autor de 'Mystic river' (2003) se transforma en un individuo lenguaraz y electrizante. Su cometido no es otro que preparar a los soldados de la sección de reconocimiento de un cuartel de adiestramiento del ejército norteamericano en auténticos y valientes marines. Un empeño trufado de ironía, sentido del humor poligonero y escenas tronchantes de un pelaje rudo y gamberro.
Es una película que se recuerda por la retahíla de diálogos de verbo callejero, la personalidad de su personaje central y el crecimiento de soldaditos que pasan de ridículas piltrafas a combatientes esmerados. El proceso es divertido, te ríes en el contexto de los 80, asumes su tono paródico, acatas la figura paternal de Highway y el asunto tiene chispa. La pieza se construye con muchos clichés aunque si la veo como una burla me alegro por su socarronería. De otra manera, se me cae.
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