El crítico no debe dejarse llevar por su gusto, sino por la objetividad, y sí olvidarse de los cánones del oficio artístico y la belleza, ... otrora imprescindibles para etiquetar de estética una obra. Ha de ampliar sus tragaderas, aceptar la utilización de nuevos materiales y tecnologías, la filosofía pintada y la pintura filosofada. Pero jamás someterse a juicios de autoridad, vengan de S. Sierra, F. Castro Flórez, M. Abramovic o el sursuncorda.
Resulta indigesto que se repita, a socapa de complemento, una jeremiada como 'Volver al padre', que ahora nos ofrece 'nuestra primera sala' (la Amós Salvador), con cuya política cultural, de volar tan alto para dar a la caza alcance, pretende ser el escaparate más 'in' del arte contemporáneo. Eso está bien para salas de Venecia, Tokyo, Houston, etc., donde ha expuesto Abel Azcona, pero aquí, en general, estamos a otro nivel. Y los saltos en la instrucción suelen ser disuasorios.
La exposición, que vamos a poder 'admirar' hasta el domingo, refleja el viaje performativo de Azcona junto a su padre putativo, al que localizó después de 30 años. Le ha servido para que se le hayan abierto «muchas heridas» y para exponer, claro. Relación que el artista sustancia con perlas como: «Vuelvo a ti pero no voy a quedarme. Voy a soltarte la mano para que te precipites. Vuelvo a ti para que sepas que no soy ni seré como tú. Vuelvo al padre, pero sé consciente de que aquí no tienes un hijo».
Vídeos y fotos a tutiplén. Expediente de Bienestar Social de búsqueda de sus orígenes. Una cronología de su biografía y un listado de sus varios nombres. Y retratos robot de putañeros, pues 'cualquiera de ellos podía ser mi padre o el vuestro', dicen que dijo con donairosa desfachatez Azcona.
Empaparse de esta exposición requiere más de una hora, y todo para colegir cómo Azcona, que hace presumir rasgos masoquistas, rompe definitivamente con su padre no biológico y antaño compañero de su madre, prostituta y heroinómana, que cuando estaba gestando al artista intentó abortar tres veces, para una vez parido abandonarlo en un hospital.
De este llamado 'enfant terrible', con pujos de actor lastimero, que sufrió abusos, maltrato abandono, prostitución y secuestro, y padece depresión, habría bastado y sobrado con la publicación del libro que se presentó el 14 de julio y supongo será una pampirolada ontológica. La buena educación prescribe salir llorado de casa y lavar los trapos sucios en ella. Pero 'business is business'.
Consideraciones morales aparte, llegue a las mujeres tentadas a interrumpir su embarazo el corolario que se extrae. El feto al que se pretendió abortar es hoy, según dicen, una 'auténtica figura dentro del arte contemporáneo europeo'... Que mueve más a conmiseración que a admiración.
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