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Daniel Abreu y Dácil González danzan en una escena de 'La desnudez' en presencia del músico Hugo Portas. :: L.R.
«Lo importante no es el mensaje de quien crea la danza, sino lo que genera»

«Lo importante no es el mensaje de quien crea la danza, sino lo que genera»

Daniel Abreu | Bailarín y Premio Nacional de Danza ·

El bailarín canario regresa al Bretón (20.30) con 'La desnudez', una arriesgada propuesta sobre el mito de la pareja en la que le acompaña Dácil González

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Sábado, 11 de mayo 2019, 14:33

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El bailarín y coreógrafo Daniel Abreu (Santa Cruz de Tenerife, 1976) crea sus espectáculos a partir del lenguaje de la imagen y la narrativa de lo emocional. Y lo hace con grandes dosis de riesgo, el mismo que le exige a sus bailarines, en esta ocasión a Dácil González, su pareja en 'La desnudez'.

-En este espectáculo aborda el mito de la pareja, pero sin cuestionarse demasiadas cosas, sin juicios.

-Durante los últimos años he estudiado un máster en terapia sistémica y en él aprendimos a ver cómo muchas pareja están sostenidas sobre el dolor, el malquerer y sobre otro tipo de manifestaciones que a priori son moralmente juiciables, pero la pareja existía y se fundamentaba en eso, otra cosa es con qué coste. Y de eso hay un poco en 'La desnudez', donde hay una pareja que se malquiere y las escenas tienen que ver con esa necesidad de motivar al otro haciéndole daño o poniéndole en situaciones de incomodidad, y eso mantiene viva a la pareja. Creo que estamos demasiado bañados de Disney y la realidad es otra cosa.

-¿Y cuánto se desnuda el bailarín sobre el escenario?

-Si no desnudas tu honestidad en el escenario y la pones al servicio del espectador, ese espectáculo no funciona. Y para mí, en la danza lo importante no es el mensaje de quien la crea, sino lo que genera.

-¿Hubiera sido 'La desnudez' el mismo espectáculo sin Dácil González?

-No. Dácil es una excelente intérprete y una de las profesionales más potentes que conozco porque se lanza sin juicio, asume el riesgo al cien por cien y tiene muy pocas limitaciones en el proceso, y eso no es fácil de encontrar. En ese sentido también he tenido la suerte de contar con el músico Hugo Portas.

-¿Qué papel juega la música (la tuba) de Hugo Portas sobre el escenario?

-Lo peculiar de su presencia y la belleza de la tuba y del sonido que genera es a nivel más de la narrativa y simboliza el mito. Aparece siempre en momentos extremos, cuando la pareja parece que quiebra, para sostenerla. A nivel sonoro, sostiene la pureza con sonidos clásicos que nos llevan a algo más reconocible y hace que el espectador se maraville por lo que ve y lo que siente.

-¿Cuánto hay preconcebido en sus coreografías y cuánto de experimentación?

-De experimentación, casi todo. Desde el exterior se entiende, pero los intérpretes lo viven como un caos porque no saben a qué agarrarse, no hay una historia ni personajes sobre la mesa, pero no dejo de mirarlos con una mirada que les define y necesito tiempo para conocer a los intérpretes, para transformarlos y lograr esa desnudez de la que hablábamos antes. Con Dácil ha sido muy fácil, y aunque estuvimos dos años encontrándonos, la obra se montó en un par de meses.

-Veo que cualquier bailarín no es apto para trabajar con usted.

-No es una cuestión de bailarín, sino de actitud; tiene que haber un acto de confianza. Del mismo modo que yo tampoco soy apto para dirigir a cualquier bailarín. Cuando el bailarín está más pendiente de demostrar lo que sabe hacer chocamos, porque dejamos de ser instrumento y parece que somos el motor, y ahí no encajamos.

-¿Y cómo encaja los premios, entre otros muchos el Nacional de Danza en 2014 o los tres Max del pasado año?

-Ayudan a la promoción de los espectáculo, a la presencia, porque vivimos también de la imagen que generamos y la imagen es un valor. Yo los agradezco mucho, pero no me voy a trabajar cada día pensando en ellos.

-Si llegar al gran público a través de la danza no es fácil, hacerlo a través de la danza contemporánea tiene un mérito extra. ¿Qué nos falla, quizá la cultura artística?

-Hay muchísimos factores. Hay una falta de promoción y una falta de actitud por parte del espectador de entender la danza como lo que es, y no como una obra de teatro. También hay producción mala y, como danza hay tan poca, si ves una o dos obras malas a la tercera no vas. Pero tampoco necesitamos estar siempre en la queja. Me refiero a que cada vez que hablamos de danza lo hacemos de las dificultades y no de lo que genera. En España hay mucho talento y muy buenos bailarines y coreógrafos, y lo que falta es actividad de la danza para dejar que suceda.

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