Los ensueños de Ana Carcavilla la llevaron a formarse con pintores consagrados y a las prestigiosas escuelas The Students League (técnicas en dibujo y pintura ... centradas en la figura humana al natural) y Grand Central Atelier de Nueva York. Pero al regreso sufrió el suplicio de Tántalo: estar muy cerca de lo que ansiaba y no poder lograrlo (vivir exclusivamente de los cuadros que pintaba). Afincada en Tudela (Navarra) continuó creando al óleo, al acrílico y a la acuarela (su mayor disfrute), y se adaptó a impartir cursos de dibujo y pintura a niños, adultos, discapacitados y personas con riesgo de exclusión social, restauración de obras de arte, animación infantil, talleres de pintura, manualidades, cuentacuentos, pintacaras y trabajos de encargo. A prestarse a que se apropiasen de sus propias experiencias, inculcando a sus alumnos que aprendieran a dominar la realidad (no a entrar en un estado de inspiración mística y exaltación), que sintieran el placer de modificarla como cualidad liberadora.
Algo debe de saber de arteterapia cuando afirma que «la pintura es una actividad positiva para nuestra salud física y emocional, necesaria sobre todo para desconectar y alejarnos un poco de estas cavilaciones y miedos que está conllevando la pandemia». De ahí que haya implementado unos cursos 'on line' en una plataforma de Google, quizá también como forma de luchar contra los clichés, buscando los medios de reproducir una nueva realidad, consciente de que los medios artísticos al uso se han agotado y, cansados de ellos, buscamos nueva vías.
Ahora expone 'Pasión por el color', hasta el 13 de mayo, en la Sala de Ibercaja, en San Antón' (que antes de que cerrase Aguado llamábamos la rue Laffite, la calle de los cuadros). En la muestra están sus lucubraciones, que parecen ir acordes con las de Walter Benjamin, en lo tocante a que una de las funciones más importantes del arte ha sido siempre crear una demanda para la cual todavía no ha sonado la hora de la satisfacción total.
Abundan paisajes de todas las estaciones, principalmente los otoñales, excitantes por el colorido de las viñas. El retrato también está presente. E incluso algún lance taurino. Empero, los cuadros de las cigüeñas al crítico le han llegado muy dentro, porque durante muchos años constató que esas aves monógamas no vienen de París con un niño en el hatillo del pico y que nos están avisando del cambio climático.
Carcavilla labora en obras cada vez más personales, queriendo llegar al alma del espectador, aun sabedora de que está lejos de alcanzar la 'peak experience', la experiencia cumbre. Juventud y entusiasmo juegan a su favor. Ánimo. Como decía Ambroise Vollard, 'un cuadro es lo que oye más tonterías del mundo'.
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