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PABLO SÁINZ VILLEGAS - GUITARRISTA
Domingo, 13 de enero 2019, 00:07
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Recuerdo cada martes mi clase de armonía, de escalas frigias e intervalos, de sencillez de vida y humanidad, de sensibilidad y carácter, de grandeza en tu don de MAESTRA en nombre propio, así eras María Dolores. Allí en tu casa, silla con silla, casi por ósmosis, nos enseñaste a tantas generaciones de jóvenes músicos la compleja geometría sagrada de la música. Siempre ibas tres pasos por delante abriéndonos camino en los laberintos sonoros de tu Hindemith, Bernaola, Stravinsky, Bach... los pilares musicales a los que rendiste pleitesía. Me enseñaste a dar lo mejor de mí, invitándome a veces, empujándome otras, a ese lugar donde se encuentra la excelencia del ser humano, un lugar a mitad de camino entre lo humano y lo divino, un lugar de dicha, esfuerzo y generosidad del que hiciste tu hogar en vida. Hoy te fundes con lo divino, allí donde habita tu música. Gracias María Dolores por tu cálida y brillante mirada que nos hacía mejores seres humanos. Tu espíritu queda en la resonancia infinita de cada acorde que compusiste y en toda la humanidad que escondiste en cada nota que nos enseñaste. Gracias.
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