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I. ESTEBAN
Jueves, 3 de mayo 2018, 00:39
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Sólo por fundar en 1944 y codirigir la revista 'Espadaña', Eugenio de Nora ya merece un hueco en la literatura española. Se oponían en la posguerra al tremendismo de los poetas próximos al régimen, reunidos en la revista 'Garcilaso'. Y publicaban a los proscritos, César Vallejo, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Antonio Pereira, José Hierro, Ángela Figuera Aymerich, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
De Nora murió ayer a los 94 años. Nacido en Zacos (León), doctor en Filología, salió de España en 1949, para trabajar en la Universidad de Berna (Suiza), donde fue catedrático. En 1989 se jubiló y volvió a Madrid, donde vivió hasta su muerte.
Por su complicidad con Celaya y Blas de Otero se le empezó a encasillar como un poeta social. Pero él hizo todo lo posible por salirse de esa casilla, que consideraba demasiado amplia como para que tuviera significado. Su hijo lo calificó ayer de«poeta existencialista», porque abordaba temas como el amor, la muerte o la preocupación por el tiempo y por la condición humana.
Su producción abarca títulos como 'Cantos al destino' (1945), 'Pueblo cautivo' (1945-46), en el que realiza una fuerte crítica al franquismo, 'Amor prometido' (1946), 'Contemplación del tiempo' (1948) y 'España, pasión de vida' (1953). Su obra quedó compilada en 'Días y sueños' (1939-1992).
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