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ECHANDO LA VISTA ATRÁS

CRÍTICA DE ARTE ALBERTO PIZARRO

Viernes, 13 de abril 2018, 00:05

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Dolores Aguirrezabala muestra en Caja Rioja-Bankia Gran Vía, hasta el 18 de abril, cómo ha evolucionado su obra a lo largo de 70 años: ni a tontas y a locas, ni comenzando la casa por el tejado. Del catálogo cabe entresacar que ha obtenido premios nacionales e internacionales; expuesto en las principales capitales españolas, en Francia, USA y Sudamérica; y que sobre su pintura posaron la mirada críticos tan solventes como Carlos Areán, Raúl Chávarri, Antonio Cobos o M.A. García Viñolas, para enfatizar la economía de elementos, la sencillez, la sobriedad, la espontaneidad, la delicadeza, la esencialidad, la síntesis, etc. con que se producía nuestra hoy nonagenaria pintora. O por resumirlo en frase feliz de A.M. Campoy: «Una pintura tan personal como evolucionada en perfección».

Sin afán mimético alguno, aunque hay parecidos inevitables (nihil novum sub sole), su quehacer, basado principalmente en la acuarela, ha estado en continua evolución. Entre algunos empastes y los difuminados abstractos controladamente azarosos que hoy posibilitan los sprays, hay de todo. En las obras de data más reciente no faltan las aportaciones de las vanguardias (drippings, grattages y frottages). De las técnicas clásicas (óleo, etc.), a las nuevas. Del conjunto (el retrato tierno y luminoso, el paisaje soleado o nublado y ferruginoso), al fragmento. De la panorámica, a la visión cuasi microscópica, o a un cosmos recién inaugurado. Ante sus cuadros más recientes el espectador lucubrará si se trata de miniaturas del universo nunca vistas, paisajes oníricos o caprichos plásticos. Ha pasado de pintar cosas bellas, íntimas, importantes para ella, a otras que pudieran tenerse por meramente decorativas, sin mensaje a primera vista -aunque pudieran ser salpicaduras del subconsciente liberado-, en un afán de darse gusto y de elevarlas a categoría artística. Habiendo estado al tanto de las modas, no ha sucumbido al mimetismo (al que son tan proclives los artistas inseguros); optando por respetar su tempo interno, observando y pensado en sí misma, en las secretas referencias de sus inquietudes.

La creación artística es una lucha pertinaz contra la muerte. Y a ella se ha asido esta artista vasca, afincada en Logroño, para quien pintar es comunicar, volver a vivir, antídoto contra este mundo turulato y sorpresivo. El paso de los años le ha llevado a una pintura más alegre, más desenfadada, más 'juvenil' si se quiere; quizá como forma de librarse se engurrios y angustias de la edad. Una muestra de cómo se desarrolla congruentemente una trayectoria: sin piruetas raras, sin saltarse escalones, echando la vista hacia adelante sin dejar de mirar hacia atrás. Hoy, que el arte está despendolado, encontramos en esta exposición una escueta cata, evolutivamente coherente, de por dónde han ido las cosas en los últimos años. Un gran ejemplo para pipiolos.

No anduvo del todo fino quien dijo que en los ojos del joven arde la llama y en los del viejo brilla la luz. En los ojos de Dª. Dolores hay luz y llama. Lo digo porque los he mirado detenidamente.

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