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DARSE A LA FUGA

CARLOS SANTAMARÍA

Jueves, 1 de marzo 2018, 23:39

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Antes de que Luis Roldán llenara las maletas de billetes y se marchase a Tailandia las espantadas más célebres de nuestro país las protagonizaban toreros. Es famoso el petardazo de Cagancho en Almagro que terminó hecho refrán, o las huidas estrepitosas de Rafael Gómez 'El Gallo'. «Prefiero una bronca a una corná», dijo tras una de esas tardes en las que se iba de la plaza y acababa detenido y vestido de luces en cualquier frío cuartelillo de la Guardia Civil. Pero la espantada más sonada del toreo fue la que le hizo Curro Romero a Carmen Tello días antes de casarse. «Por razones indeterminadas, mi anunciada boda queda anulada», dijo en un comunicado; ahí os va un pase de pecho. Lo mejor de esa espantada es que -como toda buena fuga- fue breve, y el Faraón de Camas terminó dando el «sí, quiero».

El deseo de escapar es completamente humano. Todos nos hemos sentido alguna vez como Alexander Mostovoi en aquel partido del 97 contra el Sporting; cuando los asturianos marcaron el segundo gol, el delantero ruso del Celta dijo basta y se largó al vestuario. Patxi Salinas, que era el capitán de los gallegos, lo sacó de allí a empujones y el ruso volvió al césped del Molinón. Cómo te entiendo, Alexander.

Fugarse bien es un arte y por eso son muy pocas la huidas dignas de recordar, como la de los prisioneros que cavaron un túnel de 100 metros para escapar de un campo de concentración nazi en Polonia; su historia sirvió para inspirar 'La gran evasión'. O la del escritor Joseba Sarrionaindia, quien tras un concierto en la cárcel escapó de Martutene metido en un altavoz. Los Kortatu le dedicaron la canción 'Sarri Sarri' y 32 años después esa melodía ska sigue sonando igual de divertida y provocadora. Al lado de estos huidos los prófugos del 'procés' son una triste parodia. Los fugitivos de Waterloo y Ginebra no saben que su escapada es estéril. Los vamos a ver pasarse la vida huyendo pero en realidad están corriendo en una cinta de gimnasio. Todo su esfuerzo es inútil porque no pueden escapar de sí mismos; son como el hámster en su rueda, por más que corran y corran nunca dejarán atrás su propia cobardía.

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