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Dos visitantes contemplan dos cuadros de Óscar Domínguez y Salvador Dalí. :: Diego Pérez Cabeza / efe
Caleidoscopio surrealista

Caleidoscopio surrealista

Dalí brilla entre los pintores de esta corriente presentes en la colección Abanca que exhibe el Museo Thyssen-Bornemisza

M. LORENCI

Miércoles, 7 de noviembre 2018, 01:05

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Madrid. «El surrealismo fue un movimiento literario. No era pictórico, lo que hizo que no haya un estilo plástico único, sino decenas de modos de llevarlo a la pintura». Así explica Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, el caleidoscopio surrealista que conforman las obras reunidas en 'Dalí y el surrealismo en la colección de arte Abanca'. Es una exquisita exposición 'de cámara' que reúne en el Thyssen 13 obras de las más de 1.250 de 250 autores que atesora la colección de la entidad gallega, surgida de la fusión de las antiguas Caixanova y Caixagalicia.

«Hubo quien pensó que el surrealismo no podría llegar a la pintura, pero aquí está la prueba de que sí llegó y que lo hizo por muchos caminos», aseguraba Solana ante las pinturas. Destaca cómo «cada pintor es un mundo en su conexión con André Bretón -el fundador del movimiento en 1924- y la secta que fue el surrealismo».

En la delicada muestra gratuita que el Thyssen acoge hasta el 27 de enero, hay piezas espectaculares de Giorgio de Chirico -«que fue condenado y no tuvo relación con el grupo», apunta Solana-, de Max Ernst -«el primero oficialmente surrealista»- y de un Miró «que no entra en la batalla y estaba 'au-dessus de la mêlée', por encima de las pugnas». La muestra se completa con obras de Roberto Matta, Wifredo Lam, Óscar Domínguez y representantes de la corriente gallega: Maruja Mallo, Eugenio Fernández Granell y Urbano Lugrís.

Las dos piezas estelares son las de Salvador Dalí (1904-1989): 'Las rosas sangrientas' (1930) y 'Patio oeste de la Isla de la muerte' (1934). «Dalí fue la esperanza blanca del movimiento, el joven que debía salvar el surrealismo, pero fue también condenado como 'Ávida dollars', convertido en el maldito por excelencia, aunque llevaría el show mucho más allá que todos los demás surrealistas», sostiene. «Su distanciamiento del grupo llegó al extremo cuando Dalí confesó a Breton que tenía sueños eróticos con Hitler, aunando así las dos fobias de Bretón, el nazismo y los homosexuales, a los que llamaba pederastas», agrega Solana.

Juan Ángel López Manzanares, comisario de la exposición, destaca al igual que Solana cómo el movimiento surrealista que surge tras el descrédito que sufrió la cultura después de la Primera Guerra Mundial, «no fue tanto una escuela de pintura con un estilo definido como un conjunto de manifestaciones que aportaban ideas o tentativas de volver a recomponer ese hombre, con la idea de cambiar la vida y transformar la sociedad, de volver a una sociedad más equilibrada».

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