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Un local vende excursiones a la paradisiaca playa Seven Mile.
El 'Caimán' se come el Caribe

El 'Caimán' se come el Caribe

El paraíso fiscal exhibe poderío inversor mientras Jamaica ordeña la memoria de Bob Marley, el rey del reggae

Domingo, 15 de septiembre 2019, 23:24

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Cuando Elizabeth Walker llegó a Grand Cayman procedente del condado inglés de Devon, George Town, la capital del territorio británico de ultramar, era un lugar atestado de mosquitos con apenas 11.000 habitantes -hoy 65.000- y un único hotel «que no servía alcohol». «Fue un milagro que no contrajéramos la malaria», dice mientras conduce un Polo sucio por las calles del anodino paraíso fiscal, repletas de tiendas de diamantes y relojes de lujo libres de tasas. Vino con su marido, un abogado al que un amigo de la Universidad le avisó de la inminente salida de «mucho dinero» de la vecina Cuba, a punto entonces de caer en manos del comunismo. Eso fue hace 50 años. «El resto de la historia ya sabe cómo sigue. En los 70 llegó a haber 600 bancos y, aunque ya no es lo que fue, el dinero ha regresado. Los 'offshore' (las entidades financieras extraterritoriales) viven otra vez un 'boom'», asegura.

La actividad inversora en la isla bulle. El aeropuerto alarga su pista para poder acoger vuelos directos desde Europa, se levanta un nuevo hotel, un nuevo colegio internacional, condominios a 2 millones y las autoridades locales buscan por todos los medios que la población vote 'sí' en el referéndum previsto para fin de año sobre la construcción de un muelle para cruceros. Ahora tienen que fondear y desembarcar al pasaje en barcas lanzadera. Walker abomina de ello. «Los cruceristas solo dejan suciedad. Están unas horas, van a la playa y se van», dice con abierto desprecio esta inglesa pro Brexit, pro Boris Johnson y anti Megan Markle.

En la pescatería oficial de George Town, una lona de plástico sobre un tablero al borde del mar, Robert es el jefe. Dejó Jamaica hace 26 años y no piensa volver. «Desde que los ingleses ya no están al mando no hay más que crímenes». Allí acaban de atracar Josep Claramount y Carolina Ramagosa para poner rumbo a Nine Mile, el pueblo de montaña donde el rey del reggae nació y descansa más o menos en paz. El 30 de junio de 1980, con apenas veintiún años, estaban en la Monumental, perdidos en una muchedumbre ávida por escucharle en directo. Al final del tortuoso trayecto les aguarda una aldea destartalada y unos rastafaris con las pupilas dilatadas. En un tenderete de madera lían cigarrillos de 'maría' como puros para despacharlos a los turistas a 15 dólares. Eso sí, deben fumarlos dentro de la Fundación de Bob Marley, el complejo que gestiona desde Miami Richie Booker, un hermano del músico, y que emplea a 40 rastafaris y varias mujeres y hombres de edades dispares que dicen ser primos en algún grado del legendario músico. La foto con el presunto familiar nunca sale gratis . «One love, one heart, let's get together and feel alright», canta el guía con solmenidad impostada.

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