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PARA QUÉ ESTÁN LOS AMIGOS

PARA QUÉ ESTÁN LOS AMIGOS

JONÁS SAINZ

Viernes, 2 de marzo 2018, 23:46

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Hay días que no sabe uno dónde meterse. El teatro solía ser un buen escondite, aunque hay tanta libertad de expresión ahora mismo, demasiadísima, que corres el riesgo de morir de emoción rojigualda en un concierto de la cantautora española-miameña Marta Sánchez. O en Arco frente a una pared en blanco, libre ya de incómodos presos políticos. O al final de una noche de bohemia compartiendo calabozo con peligrosos raperos y titiriterroristas varios. Vaya usted a saber. En este forgiano país siempre andamos afinando la pandereta en muy menor. Gensanta. Por cierto, que no se me olvide ir el domingo a misa de desagravio.

Aunque para no meterse en charcos lo mejor es quedarse en casita y llamar a los amigotes, que siempre están disponibles para beber de balde y dar el cante. Como hace Boccaccio con los jóvenes florentinos del Decamerón: retirarse a una villa en las afueras a contarse historias guarrillas mientras dure ahí fuera la peste bubónica. Lo malo es que la nuestra lleva ya años y no parece que remita.

Muy a mi pesar, 'Los visitantes' me aburrieron a los cinco minutos de entrar por la puerta del teatro. O quizás incluso antes. Aunque ya se sabe que a los amigos se les perdona todo. Con buena intención pero sin exigirse mucho más que la originalidad de la propuesta, los de Khea Ziater ponen en práctica la decamerónica ocurrencia de juntarse a distraerse un rato y, ya de paso, entre más bromas que veras, arreglar un poquito el mundo.

Una terraza napolitana, con bombillitas de colores, banderines y ropa tendida, algo para picar en una mesa, media docena de hamacas alrededor, una botella de vino y un par de guitarras... ¿Qué cuadrilla necesitaría más? El plan es montar un encuentro informal anecdótico-pseudofilosófico-socio-político-festivo que empiece con tono intelectualoide y termine enseñando las bragas. Una antitertulia musicada, dicen, abierta a la sorpresa. Pero ni lo que hablan es muy enjundioso ni nada del otro jueves lo que cantan. El truco para improvisar bien consiste en preparárselo aún mejor y que no se note. Es cierto que ellos corren riesgo intentado algo diferente, pero creo que pecan de autocomplacencia con el planteamiento y el resultado es flojo.

Lástima, porque me quedé con las ganas de comentar con el actor Txubio Fernández que también yo aprendo más de los fracasos que de los éxitos, sobre todo porque éxitos apenas tengo. Y con la performer Raketa Brokobitx, que insista con el ukelele hasta que suene a algo. Y con la sexóloga Valerie Tasso, que es verdad que en Logroño se folla mucho, pero siempre los mismos. Y con Enrico Barbaro, que es sorprendente que para tocar tan bien el bajo, más que uñas, hagan falta unas buenas Panama Jack. Y con Arrate Etxeberría, que para quedar como buena anfitriona hay que hacer rular mucho más el vinazo. Y, en fin, con Unai Gárate, que si cree sinceramente que su espectáculo se sostendría sin el reclamo del bueno de Asier Etxeandía.

Pero, como me dice un buen amigo desde el palco, hay cosas que solo se hacen por lo amigos y punto. ¿Qué voy a decirle yo al santo Asier? Él puede hacer lo que quiera como si estuviera en su casa. Puede hablar, puede callar, puede bailar y puede cantar lo que le salga: como 'Parole, parole' de Mina, un tema de su próximo disco, 'Fuerte y lento', y terminar recordando aquella maravilla que fue 'El intérprete' con un mix de Talking Heads, los Stones y Shoking Blue, 'Psycho Killer', 'Satisfaction' y 'I'm your Venus'. Tú sí que eres fuego, querido. Eso sí, si vas a marcarte un himno, que sea por favor el del Athletic.

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