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CON AGUA DE RIOJA

ALBERTO PIZARRO

Miércoles, 9 de mayo 2018, 23:23

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Con tal título ha abierto exposición, en el Museo de La Rioja, el artista Antonio Montiel; bautizada con las mejores palabras por la consejera de Cultura, Leonor González Menorca, y el conservador del Museo, José Antonio Tirado. El título deja a las claras que la muestra es de acuarelas; algo que pareció no haber captado ese público que llama 'agua de Bilbao' al champán. Quizá para no levantar sospechas, en la inauguración no ofrecieron vino, que podría sospecharse aguado, sino un excelente 'vermouth' de garnacha Benito Escudero. Una gran concurrencia -incluía alcaldín fatuo e informal y su corte- celebró al artista. La presencia de un importante contingente de la familia bodeguera gravalense quiso dejar patente su apuesta por la cultura riojana. Laus Deo.

Montiel, licenciado en Bellas Artes por Bilbao, tras un periplo por varias localidades del País Vasco y Canarias, impartiendo clases de dibujo y diseño, hace 33 años se recluyó voluntariamente en el abandonado Navalsaz (municipio de Enciso) a practicar varias disciplinas artísticas.

En un tiempo que anduvo brujuleando por Madrid, Montiel dio con una tienda que vendían hilos de oro y plata con los que se cosen los trajes de torear, compró varios y los echó a su maleta, pensando que algún día le podrían servir para componer alguna obra de arte. Bien se ve que llegó el momento. Los hilos le han servido para realizar unos collages sobre acuarela; para establecer un orden lineal, gobernado por el artista, ante la dispersión incontrolable y curvilínea del agua coloreada «sobre papeles de tina o trapo de textura granulada». Orden como el de la tela de araña o como el de una metafórica melena. He dicho collages porque también ha aplicado cuero, superposición de papeles, etc., que hacen que la acuarela pierda su prístina pureza, su presentación clásica; al menos según el estereotipo que nos dejamos meter gratamente en la sesera por los varios -algunos excelentes- cultivadores que en La Rioja tuvo y tiene. ¿Hará falta decir nombres?

Quien durante un tiempo se aplicó al 'arte povera' -echando mano de maderas y clavos viejos, pedernales, etc.- y también utilizo el óleo y el gouache para explicarse, es coherente que haya desembocado en lo antedicho, como forma de explicarse y explicarnos, como forma de salirse de la rutina, de lo trillado; en suma, de evolucionar, teniendo como faro las bien asimiladas doctrinas de Kandinsky.

No es baladí resaltar que de las treinta y tantas obras colgadas algunas tienen títulos muy poéticos. Es más, si los cartelitos explicativos los despegásemos y tirásemos al aire, y una vez en el suelo los ordenásemos al azar, podríamos componer con ellos algún bello poema dadaísta. Hablando de ismos: en la muestra encontramos obras que tienen claro parentesco con los principales de las vanguardias (expresionismo, surrealismo, etc.).

Una interesante exposición, de la que salimos haciéndonos preguntas a nosotros mismos. Rebautizándonos. ¿No es esa también la misión del arte?

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