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DE TERTULIAS Y CORRALAS

CARLOS SANTAMARÍA ANECDOTARIO

Viernes, 17 de febrero 2017, 00:06

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Siempre que escucho ese viejo proverbio hebreo de «dos judíos, tres opiniones» pienso que el refrán también define a los españoles, y que quizás este amor nuestro por la discusión nazca de la herencia sefardí, quién sabe. Aquí la tertulia se ha cultivado siempre, nos vuelve locos juntarnos alrededor de una mesa y empezar a discutir, eso es España. No se puede hablar de tertulias sin recordar las del Café Gijón, que han dejado anécdotas insuperables. Buscarini acudía a allí a vender: «El libro, una peseta, pero con autógrafo, dos pesetas»; el pobre Armando tuvo siempre la desgracia de ser un adelantado. Lorca y Dalí salían a la terraza a cazar moscas mientras poetas, intelectuales y otros insignes insolventes debatían entre humo de tabaco y trajines de anises y café. También se cuenta, como recuerdan sonriendo los hermanos Diego y Rubén Marín, que allí Cillero Ulecia le soltó un guantazo soberano a Paco Umbral por acusarle de irse a América a vender joyas; aquel Café Gijón era un género literario en sí mismo.

Hoy ya no quedan tertulias así, sólo se dan en televisión y casi todas se han convertido en competiciones de histéricos y mentirosos, unas vocinglerías que no invitan más que a dispersarse. Hay tanto grito y tanto escándalo que parecen un patio de colegio el día antes de las vacaciones, o una sesión del Congreso de los Diputados, lo que viene a ser lo mismo. Te tropiezas con estos programas haciendo zapping y te quedas con mal cuerpo, como cuando te despierta una discusión de tus vecinos de madrugada. Así son hoy las tertulias, sobresaltos estridentes que te dejan con insomnio.

Pío García dijo la semana pasada que hoy en televisión lo auténticamente radical es ser moderado. Lo dijo en la tertulia que hacemos en TVR, y tenía toda la razón, porque aunque tenemos esa dosis necesaria de desorden y voces desbaratadas, lo que impera es el rigor y el respeto. Luego cambias de canal y da igual que hablen de fútbol, política o economía, porque todo es un barullo, una mezcla insoportable de alaridos sin sentido. El espectáculo del grito ha matado a la palabra y todo se convierte en pasatiempo. España es una corrala. Ha vencido 'Sálvame'.

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