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El fotógrafo Valerio Vincenzo.
El fotógrafo de las fronteras invisibles

El fotógrafo de las fronteras invisibles

En un momento en el que vuelven a construirse muros, un fotógrafo italiano muestra las no-fronteras de Europa en ‘Borderline’, un proyecto que dura 10 años

carlota ezquiaga

Domingo, 5 de febrero 2017, 01:34

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Hay fronteras que no lo son. El fotógrafo italiano Valerio Vincenzo lleva una década buscándolas en Borderline, the Frontiers of Peace, un proyecto que le ha hecho recorrer Europa inmortalizando fronteras naturales entre países. Donde podría haber muros, vallas o controles, él encuentra lagos, montañas y árboles.

Su fascinación por las fronteras comenzó cuando, en 1995, decidió quedarse a trabajar unos meses en París tras un intercambio universitario. Como italiano, conseguir un permiso de residencia en Francia era una auténtica carrera de obstáculos. Siempre faltaba algún documento que nadie me había pedido antes. Un día me llamaron a comisaría por haber firmado un documento con un bolígrafo azul; había que firmarlo en negro, recuerda el fotógrafo. Meses después de conseguir los inestimables documentos para quedarme en suelo francés, toda esta enorme maquinaria administrativa se derritió de repente: Italia pasó a formar parte del área Schengen. Para la Administración francesa, yo ya no era un inmigrante italiano, sino un nacional europeo. Ya no hacía falta enseñar certificados, rellenar formularios y firmar en negro para poder vivir allí.

Años después, ya fotógrafo, quiso hacer un proyecto que ilustrase este cambio histórico. Quería rendir homenaje a un logro fundamental en la construcción de Europa: la libertad de movimiento, explica. Infinitas oportunidades se habían abierto ante mí, ofreciéndome la libertad de asentarme en cualquiera de los países hoy 26- que forman parte de este espacio, explica. Actualmente 16.500 km de fronteras pueden ser cruzadas libremente y, según Vincenzo, la atribución del premio Nobel a Europa en 2012 ha confirmado la importancia histórica de este lento, casi imperceptible, pero radical cambio.

"Al fin y al cabo, ¿qué es una frontera?"

Su modus operandi es sencillo: el fotógrafo busca en un mapa los límites borrados entre países y se presenta allí con su coche y un GPS. La idea es capturar la esencia de estos cruces, ahora pacíficos. Aunque los lugares fotografiados son muy diferentes entre sí y están a miles de kilómetros los unos de los otros, todos se alejan del estereotipo que asociamos con la noción de frontera, explica Vincenzo. Al fin y al cabo, ¿qué es una frontera?

Su proyecto ha vuelto a cobrar actualidad con la aparición de Trump y su muro. Pero según Vincenzo, aunque creemos que la tendencia es construir nuevos muros, tenemos una imagen muy distorsionada de la situación. El geógrafo francés Michel Foucher calculó que solo el 6% de las fronteras del mundo tiene algún tipo de barrera, explica. Hoy el 94% de las fronteras de la tierra son como las que muestro en mis fotografías, paisajes libres y bellos. Creo firmemente que es nuestra responsabilidad legar esas fronteras de la paz a las nuevas generaciones, concluye.

Para el fotógrafo, las fronteras solo son necesarias por cuestiones administrativas. En cualquier país hay fronteras entre ciudades, entre provincias, entre regiones; pero nunca he oído hablar de un muro o un alambre de púas entre dos provincias o regiones del mismo país. Sería absurdo. Por la misma regla de tres, aunque necesitamos fronteras administrativas entre países, es absurdo materializar estas fronteras con barreras físicas, dice Vincenzo. Todos los estudios e investigaciones que he leído muestran que estas barreras no son efectivas, son económicamente ineficientes, aumentan los costes y riesgos para los migrantes y, todavía peor, crean un sentimiento de desconfianza entre las poblaciones de cada lado de la barrera.

En sus casi diez años de vida, Borderline ha tenido un gran recorrido. Le hizo al fotógrafo ganar el premio Louise Weiss de periodismo europeo en 2013 (era la primera vez que el premio era para un ensayo fotográfico), y el Cámara de plata de Canon en Holanda en 2016. Ha sido mostrado en numerosas exposiciones, entre ellas la sede de la UNESCO en París en 2015. Ahora acaba de convertirse en libro, editado por Lannoo.

Fotógrafo tardío

Vincenzo tampoco es gran fan de las fronteras en su vida cotidiana: vive entre París, Milán y Holanda. Tiene una trayectoria peculiar: había cumplido ya la treintena cuando dejó su carrera como consultor estratégico para dedicarse a la fotografía. Ahora compagina sus proyectos a largo plazo con encargos para la prensa, sobre todo medios franceses como Le Monde o GEO France.

Sus proyectos anteriores también dan que hablar. En Le Grand Paris descubre un París insólito, de contrastes y enfrentamientos tradición/modernidad y ciudad/mundo rural; y en Smiling is not allowed denuncia cómo, al prohibir sonreír en las fotos del carnet de identidad, nos están despojando, precisamente, de nuestra identidad. En Cortex, el italiano presenta retratos borrosos de líderes mundiales como Angela Merkel, Vladimir Putin o el antiguo papa Benedicto XVI, formados a partir de imágenes superpuestas encontradas en internet. La idea surgió a partir de la historia de una mujer italiana con una enfermedad neurodegenerativa que no le permitía reconocer rostros. Solo había una cara que podía reconocer, y no era la de su marido, ni la de sus hijos: era la de Silvio Berlusconi.

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