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Estíbaliz Espinosa
Viernes, 13 de enero 2017, 14:04
El rodaje de 'Sands of silence' (Arenas de silencio) a lo largo de casi ocho años sólo ha sido un aperitivo. Ahora es cuando realmente cobra sentido este documental sobre la violencia sexual; ahora es cuando la gente empieza a romper su silencio tras visionar este trabajo de la periodista y cineasta riojana Chelo Álvarez-Stehle (desde 1995 reside en Los Ángeles).
Ella estuvo el pasado 3 de enero en Logroño para presentar la cinta en el marco del festival Actual, un pase que llenó la filmoteca Rafael Azcona e incluso dejó fuera a numeroso público, y que quizá vuelva a repetirse en marzo en el mismo lugar.
Días después, Chelo compartió su trabajo con una treintena de reclusos de la cárcel de Logroño, un encuentro que ha marcado a esta mujer acostumbrada a lidiar en los campos de refugiados de Nepal, en los burdeles de Corea, en antros de India, México, EEUU... y a tratar cara a cara con mujeres allí explotadas y agredidas. Ellas son, precisamente, las protagonistas de 'Arenas de silencio', y quienes revelan ante la cámara los abusos sufridos. También lo hace la propia cineasta y varias mujeres de su familia, víctimas de personas ajenas a su entorno. Todas denuncian una epidemia que -como dice la directora- «iguala al Planeta».
Estos ocho años de trabajo en el documental han supuesto una gran inversión personal y emocional para Chelo, quien entiende su obra como «una herramienta que mueve a la gente. De hecho tenemos psicólogos en todos los pases porque hay quienes entran en catarsis». Pero hay que airear y desenterrar; hay que romper con el silencio que envuelve los abusos sexuales, dice por experiencia propia. «Al principio duele, pero es la única forma de sanarnos nosotros y la sociedad entera». Su empeño será premiado en Barcelona el 20 de febrero como finalista (segundo ganador) al Premio fada a la Cultura por la Fundación Vicki Bernadet, como ya lo fue con el Primer Premio y la Biznaga de Plata en el último Festival de Málaga, Afirmando los Derechos de la Mujer.
De vuela a Logroño, califica de «impresionante» su paso por el centro penitenciario de la capital riojana, a sus ojos más familiar en la apariencia y humano en el trato que las cárceles americanas. Allí coincidió con una treintena de reclusos. Las mujeres, en minoría, siguieron la proyección desde la última fila y entre lágrimas. La fuerza del abrazo de una de ellas al finalizar la charla posterior o la carta que recibió días después de uno de los hombres allí presentes dan fe de que su activismo no es baldío. «-relata este recluso a la cineasta en su misiva-».
En este sentido, Álvarez-Stehle entiende que es importante humanizar al agresor. «Tenemos que estudiar el tema para sanar a las víctimas y que no se conviertan en agresores, y para tratar de sanar a los agresores devolviéndoles su humanidad porque muchos de ellos han sido víctimas antes». ¿Cómo romper el ciclo? «Rompiendo silencio a silencio, normalizando el tema en las familias, escuelas, iglesias... para que los niños crezcan sabiendo que si alguien sobrepasa la barrera de su dignidad pueden contarlo y hablar».
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