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EL DETALLE

CARLOS SANTAMARÍA - ANECDOTARIO

Jueves, 15 de diciembre 2016, 23:49

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El mejor periodismo debe ser siempre descriptivo, y en el arte de capturar los detalles Kapuscinski era un genio. Si quería describir el ambiente de las calles de Delhi se centraba en un dentista ambulante que exhibía sobre un papel de periódico dos filas de dientes y unas tenazas viejas, y si detallaba el aspecto de la redacción de un periódico en Ghana lo hacía explicando el olor a mango medio podrido mezclado con tinta que inundaba toda la estancia; un auténtico maestro. En España Chaves Nogales hizo de la descripción una cosa deliciosa porque en algunos momentos alcanzó cotas de una nitidez casi cinematográfica, observen: «Los pajariteros tapan las bocacalles con sus murallas de jaulas; tapizan las aceras los vendedores de estampas y libreros de viejo; los taberneros sacan a la calle sus veladores de mármol y sus sillas de tijera (.)». Sevilla a principios del siglo XX, una pintura.

El periodista debe entrenar esa capacidad de observación y convertirla en una rutina; hay que buscar el detalle de forma detectivesca porque en un mundo en el que todo se repite en bucle son los detalles los que diferencian una cosa de la otra. El detalle es siempre un toque de atención revelador, a veces simpático, otras veces doloroso, incluso hay detalles que son relatos en sí mismos, como en el cuento hiperbreve de Hemingway que decía así: «Vendo zapatos de bebé. Sin estrenar».

El caso de los sucesos es especialmente relevante, pues como la muerte es una rutina en las páginas de prensa, encontrar un destello genuino y diferenciador en el lugar de los hechos es la clave del asunto. Esto debe hacerse sin morbo y sin caer en el tópico hueco del reguero de sangre o el amasijo de hierros. Mi compañera del periódico Pilar Hidalgo acudió hace unas semanas a cubrir la información de un accidente con muertos. Es de agradecer que de la escena atroz que se encontró no dejara escrita ni una línea sobre sangre ni cadáveres; en su lugar retrató esta estampa: «Tras el brutal choque, comenzó a caer de los bajos una especie de salmuera para la conservación de las tripas del embutido que impregnó el asfalto situado bajo el camión». No creo que Hemingway lo hubiese descrito con tal crudeza y acierto.

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