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BUEN TRABAJO

EDUARDO AÍSA - CRÍTICA DE ÓPERA

Lunes, 31 de octubre 2016, 23:41

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Cada vez que me siento en un teatro para presenciar una ópera es como si me dispusiera a abrir un melón, que nunca sabes cómo va a resultar. Y eso pasa no sólo en este tipo de compañías de bajo presupuesto, que sería lo normal, sino también en teatros de campanillas, y si no, vean ustedes el fiasco que ha supuesto la inauguración de la temporada del Teatro Real con un Otello de grandes expectativas que ha resultado plano como una tortilla de patata.

Pues ahí tienen el mérito de esta querida compañía Ópera 2001, que nos visita dos veces por temporada desde hace nada menos que veinticinco años, y que siempre suele dejarnos un grato sabor de boca. Unas veces el tenor resulta un poco estático, en otras la soprano canta algo destemplada, otras hay en que el barítono puede ser algo tosco, algunas incluso tienen algún comprimario impresentable, pero siempre el balance general es suficientemente bueno como para que estemos deseando su próxima visita.

Esta vez también ha habido sus más y sus menos, pero podemos decir que Puccini estaba allí y su preciosa Bohème pudo ser disfrutada por todo el público. Si además tenemos en cuenta la relación calidad-precio el resultado es sobresaliente.

Suele ser habitual que esta compañía traiga tenores con voz poderosa y técnica escasa, pero en esta ocasión ha sido todo lo contrario y el tenor alemán Eric Fennell lucía un excelente gusto cantando y actuando, y una fina voz tenoril, pero excesivamente pequeña y con un agudo blanquecino. Su Rodolfo no se proyectaba a la sala y se esfumaba en los dúos y concertantes, evitó los sobreagudos del final del primer acto y sus gritos desesperados 'Mimi, Mimi' al final de la obra, que todo el mundo esperamos desgarradores, resultaron inaudibles. Todo lo contrario el Marcello de Giulio Boschetti con una potente voz pero algo errático en la emisión, además de perderse una vez, pero, eso sí con excelente presencia en escena y un resultado global más que bueno.

La voz de la soprano francesa Mélanie Moussay no es la más apropiada para un personaje tan lírico y tan dulce como Mimi, así que su potencia desbordaba algo el carácter del papel, aparte de tapar excesivamente al tenor, pero su rendimiento fue muy bueno. La Musetta de Francesca Bruni fue de esas que no se pueden olvidar, extraordinaria en todos los aspectos, bien interpretado teatralmente y todavía mejor cantado. Bordó su conocido vals y nos divirtió como hacía tiempo. Otra interpretación fabulosa fue la del bajo Giancarlo Tossi en su doble papel del ingenuo y lascivo casero Benoit y del rico Alcindoro amante de Musetta. Tossi fue en su día un estupendo bajo en grandes teatros y hoy nos puede deleitar con este tipo de papeles. Excelente voz y línea de canto la del bajo Ivaylo Dzhurov como Colline, estuvo magnífico en toda la representación y cantó bellamente el aria de la 'vieja zamarra' que se disponía a empeñar. Nikolay Bachev hizo un Schaunard correcto y en momentos brillante.

Notable la prestación del pequeño coro que salvó heroicamente el complicado 2º acto y también de la orquesta, que llenaba el foso pero que era algo escasa para este título. Muy bien el director Martin Mázik y excelente la dirección de escena de Roberta Matelli, que consiguió algo casi imposible, que todas las numerosas escenas de conjunto o de grupo resultaran vivas y ágiles, con la complicidad de los cantantes. ¡Muy bien!

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