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Felipe Benítez Reyes regresa a la novela con un pícaro del siglo XXI. :: JUAN FLORES
«El azar es un dogma»

«El azar es un dogma»

«La memoria es tramposa y delirante», dice el creador de un pícaro de nuestros días que alterna trapacerías y reflexión

MIGUEL LORENCI

Lunes, 9 de mayo 2016, 01:19

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Aventura, picaresca, reflexión, memoria y azar. Mucho azar. Estos son los pilares que sostienen 'El azar y viceversa' (Destino), la novela con la que Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960) pone fin a un largo silencio narrativo. No publicaba novela desde que en 2007 'Mercado de espejismos' le diera el Premio Nadal. Se desquita ahora con una narración de largo aliento en la que el humor, pensamiento y memoria van de la mano. Una memoria «a menudo tramposa» y un azar «caprichoso que gobierna vidas», advierte el escritor gaditano, que da su do de pecho y trata de alcanzar su «techo literario».

Su protagonista es un pícaro de nuestro tiempo a vueltas con su azaroso pasado. «Un optimista melancólico al que no le asusta la mala suerte». Un roteño, como su autor, nacido el mismo año y en el mismo pueblo marcado por la presencia de una base militar norteamericana, pero «con mil nombres y mil caras». Alguien que «ha sabido adaptarse para sobrevivir y sortear los desafíos del azar» recurriendo a trapacerías y trapicheos.

«El azar es implacable y nos marca el camino en la vida: no es lo mismo nacer en Buckingham Palace o en una chabola», reconoce el narrador, poeta y ensayista. «El azar gobierna nuestras vidas. No es que crea en él. Es un dogma. Nadie, rico o pobre, está libre de sus caprichos. Tenemos mucho de marioneta y algo de rebeldía frente al destino, pero el azar es el gran señor de nuestras vidas, aunque tratemos de hacerle frente», plantea Benítez Reyes.

«Vivir es adaptarse, saber sacar partido al azar y viceversa, a la desventura y a la fortuna», explica el escritor ofreciendo algunas claves sobre el título de su novela. Y eso es lo que hace su protagonista «un buscavidas desde los trece años, un superviviente». «Una suerte de pícaro contemporáneo que sirve a muchos amos en un carrusel constante», explica su creador.

Es el pelirrojo Antonio Escribano Rangel, Antoñito, el Rányer, Padilla, Jesús o Toni, según el aire que sople en su vida. Un viento variable «que lo instala en la inestabilidad, en unas arenas movedizas que se tambalean entre sus múltiple identidades». «Acomoda su identidad a las circunstancias de cada instante, a una realidad que le fascina y le extraña a partes iguales. Tiene que buscarse la vida y eso supone inventársela, compensar las ilusiones con la desesperanza», explica Benítez Reyes sobre su buscavidas. «Una suerte pícaro crecido en un entorno hostil que aprende a la fuerza a sacar partido tanto de los caprichos de la fortuna como de las adversidades», reitera.

Admite Benítez Reyes que «el patrón básico de su novela es el de la picaresca». «El del menesteroso que pasa por un sinfín de oficios y tiene distintos amos», dice. Pero que quiere ir mucho mas allá. «No es una sucesión de anécdotas; hay un pensamiento que sustenta e interpreta al personaje». «Vive y piensa sobre lo que vive: sobre el amor, la salud, la identidad y el propio azar. Y esa reflexión es clave para explicara al personaje», explica su creador.

La novela balancea así el humor y la tragedia, «como la vida». Y juega con la memoria. A veces entra «en lo ridículo, que a menudo forma parte de lo que hacemos y de lo que pensamos». Pero la memoria es la argamasa con la que el escritor, el narrador y el protagonista recrean su vida. «Hay que saber que la memoria es muy tramposa» advierte Benítez Reyes. «Tiende a ser benévola con quien recuerda y no es muy de fiar. Es un poco delirante. Nuestra reconstrucción varía en función de los intereses», dice. «Me gustaría pensar que no todos somos embusteros, pero la memoria tiende a convertir el relato de un vida en un cadáver maquillado y endomingado», ironiza.

El arco temporal de este «novelón» es también muy ambicioso. Va del tardofranquismo a la transición y el estreno de la democracia. «Soy mas vehemente contando aquellos años del último franquismo, aquel exotismo ideológico que llevó a muchos a convertirse e maoístas a o militar en el FRAP sin saber muy bien por qué», señala. Fueron años de «una efervescencia política desnortada, de disparar sin punto de mira. Sabíamos que algo iba a cambiar pero nadie sabia qué hacer», resume. «La transición se diluye más y los inicios de la democracia se recrean a través de un político muy particular», precisa. Acaba con su héroe pelirrojo gobernando el ingobernable azar, como dueño de una despacho de lotería en su pueblo natal y enamorado padre de tres hijas.

Meandros

¿Es un viaje de la ilusión al desencanto? «Hay de todo. No es un viaje lineal. Hay involuciones, malos cálculos, resolución de errores, reconstrucciones y vueltas atrás; mucho meandros» explica. La novela ha sido «muy laboriosa», asegura. Entrega al lector más de 500 páginas «que en algún momento fueron la mitad y luego muchas más». «Era como un acordeón», dice de una novela que ha sido todo un desafío y que «es una especie de corolario de todo lo que he escrito». «Hay que escribir siempre como si estuvieras con la última página de tu vida, así que tenía que dalo todo; si tengo un techo literario aquí está», concluye.

Autor de una obra que abarca casi todos los géneros, Benítez Reyes obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura y Nadal con títulos como 'Humo', 'La propiedad del paraíso', 'El novio del mundo', 'El pensamiento de los monstruos' o 'Mercado de espejismos'. Autor de colecciones de relatos como 'Oficios estelares' y 'Cada cual y lo extraño', su poesía está reunida en el volumen 'Trama de niebla'. Sus libros han sido traducidos a una decena de idiomas.

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