Ni hablar de los piropos
La presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica critica la costumbre de requebrar a las mujeres
FERMÍN APEZTEGUIA
Sábado, 10 de enero 2015, 01:09
Cielo, cuando sonríes es como si saliera el sol. Resplandeces a mis ojos». La frase, histórica, quizás la recuerden, pertenece a 'Vidas rebeldes' y se la decía un viejo vaquero enamorado, Clark Gable, a la triste mujer que amaba, interpretada por Marilyn Monroe. Aquel guion de Arthur Miller quizás no hubiera superado hoy, 54 años después, el nivel de lo políticamente correcto. La presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, defendió ayer la necesidad de que se «erradiquen los piropos» porque, según dice, suponen «una auténtica invasión de la intimidad de la mujer».
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Si es usted de los que saludan a sus amigas con un «Hola, guapa», olvídese. Algunas chicas, como Carmona, consideran que expresiones de este tipo constituyen una agresión machista, ya que «nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el aspecto físico de una mujer porque supone una invasión». Da igual que las palabras sean halagadoras. A su entender, alegrar los oídos del sexo femenino está mal, se mire como se mire. Aunque «siempre se haya permitido y asumido como algo normal».
Para que se entienda el alcance de lo dicho, Carmona utilizó un símil: Egipto. «Las mujeres en El Cairo van con auriculares y tapones para no escuchar los comentarios de este tipo; y aunque sean bonitos, buenos y agradables y sean actitudes absolutamente permitidas en nuestra sociedad, deben ser erradicadas y debe haber mucho más respeto por la imagen de la mujer».
Lo cierto es que el diccionario de la Real Academia (RAE) define piropo como una alabanza «afectada», en el sentido de fingida, que busca «ganar la voluntad de alguien». La cultura popular, a juzgar por los comentarios que inundaron ayer las redes sociales, tiene sin embargo una idea más amplia del concepto, más cercana al dicho de que, en realidad, a nadie le amarga un dulce. «La tía esa nunca pasó por unos andamios en plena faena. ¡Ay, con el subidón que le da a una eso de los piropos de buena mañana», bromeó en Twitter una internauta, en medio de una corriente aparentemente a favor de que se halague al oído.
Quizás la frontera entre un piropo bienvenido y otro soez, incluso grosero, esté en su contenido. Quizás el segundo ni siquiera tenga entidad como para ser reconocido con este nombre.
Cuesta creer que el protagonista de 'La vida es bella' quisiera humillar a su esposa cuando, cada vez que la veía, le decía aquello de «¡Buenos días, princesa!». Incluso cuando añadía a su saludo algo tan físico como «he soñado toda la noche contigo. Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto. Solo pienso en ti, princesa».
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