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El patrimonio del español y su rentabilidad social

Expertos de España y Latinoamérica animan en Valladolid a preservar los bienes históricos como fuente de conocimiento para un porvenir mejor

JORGE ALACID

Jueves, 11 de diciembre 2014, 01:33

Bernardo Rosero, joven arquitecto ecuatoriano, despliega un entusiasmo contagioso al frente de una tarea abismal, la rehabilitación del valioso centro histórico de Quito. Enrique Sáiz, custodio de once catedrales castellano-leonesas y guardián de tesoros como el yacimiento de Atapuerca, pilota la Dirección General de Patrimonio de la Junta. Rafael Martínez tutela desde la Diputación de Palencia el recoleto yacimiento de La Olmeda, paraje de singular encanto y misterio. Julia Miranda, inquieta ejecutiva colombiana, dirige el poderoso entramado de Parques Nacionales de su país, salta de avión en avión por medio mundo y deslumbra con el relato maravilloso de Caño Cristales, un río oculto en las montañas colombianas que en su voz parece salido de un cuento fantástico de su paisano García Márquez.

¿Qué vincula a estos hombres y mujeres reunidos en Valladolid con motivo de la primera edición que Futuro en Español celebra en la capital castellana? Un compromiso coincidente en la defensa del patrimonio repartido por dos continentes, cometido que se hermana con el propósito fundacional de este encuentro que Fundación Vocento organiza en alianza con CAF, Banco de Desarrollo de América Latina: la difusión del idioma común, un poderoso puente de comunicación para cientos de millones de hispanohablantes. Una comunidad que tiene en el español un formidable vehículo de comunicación en cuyo seno habita un hermoso patrimonio cuya defensa compromete a todos, así en España como en América Latina.

Con todos estos prestigiosos invitados casa a la perfección la célebre profecía de Borges, cuando nos alertó de que «hombres de diversas estirpes han tomado la extraña resolución de ser razonables». En efecto, en esta fabulosa conspiración participan seres humanos que hablan en español y que ilustraron ayer con su sabiduría a los reunidos en el castillo de Fuensaldaña, un escenario cuyo espíritu se ajusta muy bien al lema de las sesiones: tesoros del pasado, garantía del futuro. Es el caso del peruano Fernando Astete, quien ensalza el enorme potencial icónico desplegado alrededor de Machu Pichu, de cuya preservación se encarga; es el mismo afán que impulsa a quienes desde la Fundación Santa María han rescatado los bellísimos tesoros del Románico español y los han acercado a nuestros asombrados ojos, igual que se emparenta con la brillante actividad desarrollada en Cartagena de Indias, una transformación reconocida internacionalmente, como se enorgullece Germán Bustamante, responsable de la Escuela-Taller de esta coqueta ciudad colombiana.

En sus intervenciones, un crisol de las aportaciones que en ambos lados del Atlántico se impulsan para legar a las generaciones venideras unos bienes materiales e inmateriales enriquecidos, dominó una idea central: la historia, entendida como un elemento formado por la contribución generosa de seres humanos que deben ser protagonistas del cambio que encierra la gestión del patrimonio, como subrayó Karim Hendili, alto dirigente de la Unesco. El patrimonio, observado por lo tanto como un recurso que no sólo favorece la supervivencia de núcleos rurales o urbanos ni se agota en los flujos comerciales que promueve el turismo; el patrimonio, en fin, abordado como una visión más amplia: como garante de la vitalidad social.

En sus palabras de bienvenida a los participantes en Futuro en Español, Javier León de la Riva, alcalde vallisoletano, ya recordó el martes los esfuerzos de su municipio por preservar las huellas del pasado, en contraste con lo sucedido años atrás, cuando Valladolid perdió gran parte de los palacios de su centro urbano: hoy apenas queda una larga decena de ellos pero la ciudad ha dejado de cometer errores de ese tenor y ofrece ejemplos que viajan en la dirección opuesta: la de preservar lo heredado y pensar en el porvenir. No muy lejos, también en Castilla y León, se alza el enclave soriano de Caracena, que posee más bienes protegidos que vecinos censados.

Entre ambos polos gravitó la jornada de ayer, traspasada por un componente sentimental: el que surge cuando se escuchan los testimonios ofrecidos por los vigilantes del patrimonio que enriquece a la comunidad latinoamericana. La emoción que aparece cuando se atiende las palabras de personalidades como la colombiana Monika Therrien, directora de la Fundación Erigaie, o la española Pilar Barreiro, alcaldesa de Cartagena, quien ofreció un consejo cabal para quienes tienen la encomienda de abrillantar los espacios compartidos: «paciencia». Paciencia, con un acento común: que las ciudades latinoamericanas y su patrimonio tendrán que poner el foco sobre quienes los habitan. El mismo objetivo por cierto que asume el conjunto de la iniciativa Futuro en Español: los millones de seres humanos que forman esa patria única del idioma compartido.

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