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Camino amurallado en forma de zigzag que conduce desde un lagar rupestre hasta lo alto de Peña Redonda, donde parece haber un antiguo santuario. En detalle, una inscripción en la piedra.
El posible pasado de Haro como Deobriga

El posible pasado de Haro como Deobriga

Los expertos no se atreven a asegurar el valor histórico de un yacimiento que, por casualidad o no, lo cierto es que cuenta con pilas, una efigie y una inscripción

DIEGO MARÍN A.

Domingo, 9 de noviembre 2014, 23:54

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Recientemente se anunció el descubrimiento del yacimiento arqueológico de Torrentejo en Labastida, un poblado medieval con más de mil años de antigüedad. Las investigaciones estiman que el lugar estuvo habitado ya en el siglo IX. Lo que parece que aún no se ha estudiado es un espacio muy cercano, a apenas un kilómetro en línea recta, situado en el término municipal de Haro. Es Piedra Redonda (o Peña del Francés), una zona casi mágica que pasa casi desapercibida.

Sobre una pequeña montaña yesca se erige una formación rocosa de 9x4 metros. Desde el Oeste dibuja la efigie de una persona que mira al Norte. Desde el Este presenta un camino amurallado que nace en un lagar rupestre y conduce a lo alto en zigzag. Arriba se puede ver, deteriorado por la erosión, una especie de altar coronado por un enebro. Para acceder a él aparecen unas escaleras que han perdido escalones, con unas pilas y una inscripción a un lado y lo que parecen hornacinas a otro.

En la parte superior, en la que existe un vértice geodésico, hay orificios que es difícil dilucidar si están labrados por el hombre o si son fruto de un efecto natural. El lugar es el epicentro del meandro Tondón del Ebro y se alinea perfectamente con el centenario calado de Tondonia (único resto del castillo árabe que proyectó Rafael López de Heredia), Torrentejo y el monte Toloño con su derruida ermita del siglo IX. Alrededor se encuentran los viñedos de López de Heredia (Viña Tondonia) y también existe una hornacina donde se dice que se guardaba a la Virgen del Puente del Ebro, la necrópolis Perdigón y un chozo.

No son los únicos elementos singulares que se pueden encontrar en las proximidades, también están las ruinas del Castillo de Briñas, el puente gótico, el Panteón de los Liberales... Todo vigilado a lo lejos por San Felices. Hasta allí se llega siguiendo el camino GR-99 del Ebro. Incluso es cercano a la ruta interior del Camino de Santiago. Parece imposible, pero es un lugar a la vista que apenas nadie conoce. O no valora.

Tampoco hay referencias bibliográficas conocidas que lo hayan datado, lo que incrementa la duda: ¿puede un monumento haber sido ignorado a pesar de la evidencia?; ¿aquello es una ruina celtíbera, prerromana, medieval o solo una caprichosa forma creada por la erosión? Luis Vicente Elías, etnógrafo y gran conocedor de la zona, explica que «hay esos restos y un lagar en la parte de abajo, que es de los tradicionales en Rioja Alavesa y los que hay en el término de Valdinero (Haro)», pero no se atreve a lanzar conjeturas. El profesor harense Javier Osés señala la zona como fronteriza entre los berones y los autrigones, pueblos prerromanos de origen celta.

Jesús Ángel García Gamarra, vecino de Briñas, afirma haber descubierto la efigie a finales del año pasado durante un paseo. Y está convencido de que aquello «es un santuario celta de entre los siglos V y III a.C. porque la marca lunar del altar aparece en el collar de la sacerdotisa del Sol de Clares». Además, señala su semejanza con el Castro de Ulaca (Ávila), un yacimiento vetón declarado Patrimonio Histórico y fechado entre los siglos VI y II a.C. Cierto es que, aunque más deteriorada, Piedra Redonda se asemeja a Ulaca: un gran bloque de piedra expuesto a cielo abierto y adornado por un árbol. Pero el descubrimiento riojano, si tiene algún valor, está por determinar. No posee ninguna protección especial ni indicación informativa, aunque se encuentra dentro del territorio del Paisaje del Viñedo que opta a ser Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

García Gamarra defiende con entusiasmo que allí incluso podría ubicarse la perdida ciudad Deobriga. El escritor logroñés Diego Collado, aficionado a la cultura celta, hace un análisis más frío y advierte que «los altares ceremoniales son comunes en todas las culturas antiguas». «La silueta, objetivamente hablando, es anecdótica», opina, aunque también confiesa que «la inscripción merece atención», eso sí, con prudencia.

Sean o no ruinas de la antigüedad, de hace dos mil años o apenas centenarias, el terreno emana misterio y es fácil contagiarse por el entusiasmo de haber descubierto un lugar sagrado. La teoría de que sean restos de valor no es descabellada. La Sonsierra está llena de necrópolis, como la altomedieval de San Andrés (San Vicente) con 60 tumbas, y dólmenes, como el megalítico de La Hechicera (Elvillar). Más lejos existen restos celtíberos como los de Contrebia Leucade (Aguilar del Río Alhama) y Cantabria (Logroño).

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