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El puente del Santo, tras la gran avenida que se produjo en junio del año 1918, hace un siglo . :: l.r.
Cuando el Oja se enfurece

Cuando el Oja se enfurece

Hace un siglo el agua se llevó buena parte del puente del Santo, que doce años antes había perdido la ermita en otra crecida

J. ALBO

Domingo, 1 de julio 2018, 23:38

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Este año se cumple un siglo de la última gran crecida del río Oja a su paso por Santo Domingo de la Calzada, que debió ocurrir en torno al mes de junio. De su fuerza destructora quedaron para la posteridad algunas oportunas fotografías que muestran los graves destrozos que causó en el puente del Santo, donde tan solo un año antes se había inaugurado la ermita que se construyó después de que en 1906 otra imponente avenida se llevara por delante a su predecesora, situada más o menos frente a la actual.

Este suceso parece avalar una de las afirmaciones surgidas en el marco de la ruta didáctica 'Geolodía', celebrada en la localidad el 13 de mayo: «Santo Domingo, irónicamente patrón de los ingenieros en España, no pudo elegir un lugar menos apropiado para edificar su puente y, con él, su ciudad, ya que se sitúa donde más peligrosas y destructivas pueden ser las avenidas del río Oja», afirmaron los geólogos.

De hecho, ha ocurrido más veces, seguramente muchas. Por ejemplo, está documentado que en 1775 la ciudad sufría una pertinaz sequía y que, como quiera que las rogativas para que lloviera no funcionaban y tampoco que se procesionara a los patronos de la ciudad, se decidió que la cofradía de la Vera Cruz sacara por las calles al Ecce Homo. El caso es que empezó a llover y no paró en 17 días. Dicen que, incluso, volvieron a realizarse rogativas, pero en esta ocasión para que cesaran las precipitaciones. El caso es que el agua debió llegar hasta las mismas puertas de la iglesia de San Francisco y también causó daños en buena parte del puente.

En 1775 hubo rogativas y procesiones para que lloviera: cuando empezó, no paró en diecisiete días

Más recientemente, muchos aún recordarán que en junio de 1973 -otra vez junio-, llovió insistentemente y sin parar durante cuatro días, lo que hizo subir mucho el nivel del agua y también ocasionó daños en el puente, principalmente en algunas cepas. No fue esta la última vez que el Oja enseñó músculo, aunque ya con menos poderío. Así es el Oja, que baja cuando se le antoja y que, aunque tranquilo casi siempre, sin agua la mayor parte del año, también tiene mal genio y cuando lo saca es para echarse a temblar...

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