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J. A.
Viernes, 12 de mayo 2017, 00:58
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La tarde del 11 de mayo depara varios e importantes motivos para echarse a la calle, que es lo que los calceatenses hacen y, especialmente los jóvenes, que hace ya bastantes años hicieron suya una procesión, la de la Rueda, para la que unas cuantas décadas atrás había que ir por los bares pidiendo voluntarios para sacarla, de tan pocos adeptos que tenía. Hoy es otra cosa totalmente diferente, algo que se debe a algunos aditamentos que a los 'puristas' de la tradición no gustan en absoluto: jalearla, bailarla... La procesión se rejuveneció e hizo divertida en algún momento de su historia reciente; de alguna manera se autoimpulsó, manteniendo los ritos adjuntos a un acto cívico-religioso que en sus orígenes fue un tributo al Santo patrón, al que la ciudad ofrendaba una rueda de cera.
Cayó un breve chaparrón sobre la procesión cuando el acto de izado del monumento en la catedral ya había terminado y diluvió cuando los calceatenses se disponían a ir a por la cebolleta. Llueve, pero poco y entre actos.
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