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FIESTAS DE SAN COSME Y SAN DAMIÁN

Una verdadera corrida

Amplia, seria, cuajada de proa a popa y con ese tipo de embestidas que recuerdan a cada paso a los toreros que ponerse delante de ellos no admite la más mínima duda

Pablo García Mancha

Lunes, 29 de septiembre 2014, 00:48

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La novillada de Baltasar Ibán de ayer en Arnedo fue una verdadera corrida de toros. Amplia, seria, cuajada de proa a popa y con ese tipo de embestidas que recuerdan a cada paso a los toreros que ponerse delante de ellos no admite la más mínima duda. Hubo un momento que me acordé de la corrida inaugural de San Mateo con aquel esperadísimo mano a mano entre Morante y Perera. Los toros de Vellosino (por decir algo) no resistirían la más mínima comparación en cuanto a casta, volumen y defensas con el más terciado de los utreros de ayer. Es decir, el mundo al revés una vez más en este desconcertante planeta taurino. Las máximas figuras, a las que se les supone capacidad absoluta para resolver, se refugian en las embestidas más dulces y adocenadas, y a los toreros que empiezan se les coloca ante pruebas que sólo diestros muy cuajados son capaces de superar. De locos.

El primer novillo de Ibán fue un ejemplar muy serio que desarrolló una embestida vibrante y muy exigente. Fernando Rey no tuvo reparo alguno y a pesar de su lógica bisoñez se plantó con especial firmeza con él en el ruedo y dibujó una labor muy seria con la mano derecha, con varias series en las que el público respondió con clamor porque el toro repetía con clase por abajo cuando el diestro malagueño arrastraba la muleta al final de cada tanda. Por el izquierdo fue otra cosa, pero el torero dio una lección de entrega y tras agarrar una soberbia estocada en la yema paseó por derecho la primera y hasta el momento única oreja de la feria. Su segundo tuvo buen son y más nobleza y la faena, que podía haber tenido premio, la acabó tirando al atascarse con la espada. He de decir que me gustó mucho más Rey en el primero que en éste último y que los inicios de faena son esenciales para el porvenir de las mismas.

A Jorge Expósito la novillada le vino demasiado grande, especialmente ante el impresionante quinto, un ejemplar llamado 'Pardalo', largo y rotundo, que lo desbordó tanto con el capote como con la muleta. El toro fue manso, temperamental y muy encastado y lo tuvo a merced en el segundo muletazo de cada serie con la derecha. Fue un verdadero milagro que no hubiera cogida y dio la sensación en los tendidos de que estaba demasiado verde para tamaña empresa con semejante corrida de toros. Alejandro Marcos me encantó con el tercer Ibán, especialmente más por la maceración que persigue de las suertes que por el resultado final. Pero busca el toreo bueno, el asentar los talones, la rectitud y la parsimonia. Tiene temple y son y merece la pena esperarle. En el sexto las cosas cambiaron. El novillo fue muy complicado, soltó la cara en exceso y aunque lo intentó todo, la faena resultó en exceso destemplada.

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