Solitaria oreja para Fabio Jiménez en una tarde de sol, calor y moscas

Jorge Molina se gustó a la verónica en los lances de recibo. Sacó los brazos y se lo llevó toreado casi a los medios. El novillo empujó con un pitón en el caballo. Tras brindar al público Molina comenzó el trasteo doblándose. Basó su actuación sobre la mano derecha y la distancia media. El astado tuvo buenos inicios, pero salía protestando de cada muletazo. El novillero se puso muy de verdad por el pitón izquierdo y despacio, sabiendo esperar, le robó naturales largos al flojito primero. Dejó un pinchazo hondo e hizo uso de la cruceta. Saludó desde el tercio. El tercero de la tarde se fijó pronto en el capote de Molina que tras unas verónicas continuó su saludo con un ramillete de chicuelinas. El espada empezó la faena muy firme ante un astado de media embestida y que salía desentendido del engaño. La espada se le fue abajo.

Fabio Jiménez voló su capote para recibir, con el compás abierto y la barbilla hundida en el pecho, al primero de su lote. El riojano Jorge Martínez 'Ramitos' protagonizó el tercio de varas cogiendo arriba al de Chamaco. Jiménez brindó a su plaza y firmó un torerísimo inicio de faena genuflexo.

Dio sitio y supo esperar entre cada tanda. El alfareño apretó al primero de su lote que, a veces, se quedaba abajo. Tomó la muleta con la izquierda y corrió el brazo. El novillo cada vez tenía menos recorrido. Jiménez lo exprimió por ambos pitones, volvió a la mano izquierda y toreó muy encajado. Remató con unas manoletinas muy templadas. El fallo con los aceros le privó del trofeo.

Sonó la jota a la salida del cuarto de la tarde al que Fabio Jiménez recibió meciendo su capote con suma suavidad. Inició la faena en el estribo y Jiménez se mostró muy maduro a la hora de armarla. El alfareño optó por acortar los terrenos y firmó muletazos de bella factura por ambos pitones.

Hizo la cruz y dejó una estocada caída muy efectiva. El público agitó sus pañuelos blancos para pedir los trofeos. La presidencia tardó en sacar el pañuelo para conceder un trofeo con el consiguiente enfado del respetable que quería ver a su paisano salir a hombros.