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Los niños masais muestran su nuevo material escolar.
Un trocito de  La Rioja, en una escuela masai

Un trocito de La Rioja, en una escuela masai

47 niños tanzanos aprenden ya en el colegio impulsado por la cooperante riojana María Cerezo

MARÍA BARBERO

Jueves, 23 de octubre 2014, 00:07

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'Enjipai' significa felicidad en 'Maa', una lengua indígena masai... y no podía ser mejor nombre para la ONG de María Cerezo, de Uruñuela y estudiante de Ingeniería Aeronáutica, y la malagueña Laura Martínez. «Es el nombre que ellos pusieron a la ONG desde el principio. Nos gustó mucho, así que nos llamamos así», explica María desde Logroño. Sus últimos tres veranos los ha pasado en el poblado masai de Mfereji, al norte de Tanzania. En las últimas vacaciones su ONG ha dejado una escuela casi rematada, y a 47 niños de entre 3 y 11 años con ganas de aprender «inglés, swahili -la lengua más común en Tanzania- matemáticas, cultura general o higiene personal», detalla María.

«El primer año fuimos como toma de contacto e hicimos los cimientos. El año pasado hicimos el edificio pero se quedó en ladrillo, y este año ya hemos revocado, pintado, puesto suelo, el mobiliario... Y hemos comprado un depósito de agua de 5.000 litros para que pongan canaletas en el tejado y recojan el agua de lluvia». Y es que se tarda al menos 12 horas en traer agua.

En Uruñuela, raro es el vecino que no conoce el proyecto de Enjipai o que no ha colaborado en alguno de sus eventos solidarios: mercadillos de artesanía o de segunda mano y meriendas solidarias. «Los vecinos preparan pinchos o postres y me los dan gratis. Luego los vendemos». Todo lo que obtienen es para sufragar la escuela o medicinas. «Este año recaudé 3.000 euros», recordaba María, que estima que ya han invertido 20.000 en la escuela u otro depósito pequeño. Pero la mayoría del dinero se va en transporte del material de obra. «Estamos en medio de la sabana, sin caminos», aclara la cooperante que, a continuación, añade: «Los vecinos se fían de nosotras porque ven lo que hacemos en fotos o el blog. Y no dudan en preguntarme».

También se puede colaborar apadrinando a uno de los niños. «Por 50 euros al año se les proporciona material escolar, el uniforme, cepillos de dientes y pasta, ropa de abrigo y pagamos al profesor», detalla.

Pero el proyecto del cole masai nació mucho antes, cuando hace seis años el Gobierno tanzano quiso expropiar las tierras de la comunidad masai para crear una reserva de safaris a lo Masái Mara. «Los masais son nómadas y una minoría en Tanzania. La única forma de que no les quitasen las tierras era establecerse en un lugar, de ahí la idea de la escuela», relataba la cooperante riojana. Y así nació, debajo de una acacia.

Fue entonces cuando Lekishon, un guerrero del poblado, «se fue a la ciudad en busca de ayuda». Otra cooperante noruega contó su historia en un blog y ahí entraron María y Laura. «El objetivo del 2015 es hacer un huerto, que los niños tengan una merienda y que no abandonen la escuela», concluye esperanzada María.

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