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Los chavales protagonistas de 'En los 90', ópera prima como director del actor Jonah Hill.
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Si creciste en los 90 o eres skater, esta es tu película

El actor Jonah Hill debuta tras las cámaras con 'En los 90', un sincero relato de iniciación inspirado en su propia adolescencia subido a una tabla en las calles de Los Ángeles

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Miércoles, 19 de junio 2019

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En cualquier curso para aprender a redactar guiones se aconseja una máxima: escribe sobre aquello que conoces. Jonah Hill (Los Ángeles, 1983), ese actor que parece haber jugado a ser un nuevo John Belushi en películas como 'Supersalidos' y 'El lobo de Wall Street', debuta como director con una cinta que no es autobiográfica, pero que se inspira en su adolescencia subido a un skate a mediados de los 90 en las calles de Los Ángeles. A sus 34 años, Hill ha rodado 60 películas con maestros como Scorsese, Gus Van Sant y los hermanos Coen, por lo que conoce el oficio de sobra. Pero la autenticidad y frescura que desprende 'En los 90' se debe a que su director conoce muy bien de lo que habla.

Solamente con las imágenes intercaladas en los títulos de crédito ya nos conquista. Un chaval de trece años se pelea con su hermano mayor, que le advierte de que no entre en su cuarto. Lógicamente, el pequeño Stevie (Sunny Suljic, actor y skater que tenía once años en el rodaje) no le hace caso y penetra en lo que para él es el paraíso soñado. Admira las gorras de béisbol del hermano, sus camisetas, sus cintas y compact discs, sus revistas de música... En la era pre-internet, el conocimiento se heredaba de los hermanos mayores. El tránsito hacia edades más adultas se simbolizaba con los pósteres que colgábamos en las habitaciones, como bien muestra Jonah Hill en el filme.

Sin embargo, este moderno Antoine Doinel no lee a Balzac, como en la saga de Truffaut. Viste camisetas de videojuegos como 'Street Fighter 2' y de Beavis y Butt-Head, los dibujos de la MTV. Su historia de iniciación, su 'coming-of-age', no lo va realizar en casa, con un hermano solitario que le casca a la menor ocasión y una madre ausente por el trabajo a la que –intuimos– el padre de sus dos hijos tenidos cuando era apenas mayor de edad abandonó. Su nueva familia, su ritual de paso hacia la madurez, lo experimentará en compañía de un grupo de skaters que ha conocido en una tienda de monopatines.

Stevie se matará a costaladas para aprender a patinar y conocerá el vértigo de lo prohibido junto a estos otros hijos de familias desestructuradas. Desafiará a la autoridad, se introducirá en las drogas, perderá la virginidad y se sentirá libre sobre su tabla por las calles de Los Ángeles. Nada chirría en las escenas del grupo de chavales. Ni su vocabulario, ni la ropa que llevan ni la música que se escucha en una banda sonora apabullante y constante que repasa la década: Wu Tang-Clan, Nirvana, GZA, The Notorious B.I.G., Misfits, Cypress Hill, Eminem, Snoop Dogg, Morrissey... Las canciones se suceden una tras otra, como en 'Malas calles' de su maestro Scorsese, otra historia sobre crecer en el barrio siendo un chico malo.

Una imagen de 'En los 90'.
Una imagen de 'En los 90'.

No hay nostalgia en la mirada de Jonah Hill hacia un tiempo que no se dulcifica. El retrato de Los Ángeles no es nada complaciente, con parques tomados por mendigos, calles sin aceras y una policía que reprime las reuniones de skaters. El director también sabe sugerir y ser sutil a la hora de dibujar a los personajes, como ese hermano que de villano pasa a víctima o el amigo obsesionado por grabarlo todo con una cámara de vídeo, tan pobre que no se puede comprar calcetines. Hill conoce bien el cine de Richard Linklater ('Slacker') y el de Harmony Korine ('Kids'), con los que comparte el cariño hacia unos personajes a los que no juzga.

'En los 90' no cuenta nada que no hayamos visto en otras películas, pero lo hace con sinceridad y un tono melancólico que algún crítico amargado puede confundir con blandenguería. Sin embargo, la verdad que rezuma 'En los 90' no necesitaba de las estrategias dramáticas que el director emplea en el último tercio de la película, con uno de los amigos devenido en figura paternal y un final dramático que intuimos con el mal sabor de boca de la moraleja. Es como si Jonah Hill no confiara en que con mostrar un trozo de vida bastara. La suya.

«Crecí haciendo skate en Los Ángeles a mediados de los noventa, pasaba todo el tiempo en el Palacio de Justicia que aparece en la película», cuenta el director. «Nunca fui muy bueno, pero se trataba de encontrar una pandilla, tu gente. Cuando eres el más pequeño, tienes que abrirte camino a través del reino animal. Y cuando eres el mayor, los ves luchar para encontrar su lugar. Esta es una película sobre el reino animal, sobre un cachorro joven que está aprendiendo a sobrevivir y a desarrollarse dentro de una manada».

La cultura skater ha aparecido en películas como 'Paranoid Park', 'Los amos de Dogtown' o 'Al filo del abismo'. Jonah Hill se sirve de ella de la misma manera que John Milius utilizaba el surf en 'El gran miércoles': como rito de madurez y sueño de libertad. Y todo a ritmo de hip hop. «Uno de mis objetivos en la película era enmarcar el hip hop como una forma de arte muy importante en nuestra infancia. Entonces, los Beatles eran para nuestros padres lo que Tribe y Mobb Deep fueron para mí».

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