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Ensayo general
columna | manuel alcántara

Ensayo general

El columnista nos explica sus días en el hospital y nos ofrece su especial mirada sobre 'la dimisión de su organismo'

PPLL

Jueves, 12 de abril 2012, 19:15

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Siempre he sido un trabajador fatigable, pero en este tiempo último no es que me canse, sino que no he podido cansarme. No puedo con mi alma y, lo que es peor, no puedo con mis piernas. Los reducidos itinerarios por la Clínica Rincón los hago auxiliado por un ingenioso artilugio, si bien poco estético, llamado «andador». Pies, para qué os quiero. Los tengo vendados. Así empezaron algunas momias. Ya sé que esto de que no te funcionen las extremidades inferiores solo es una excusa válida para dejar de escribir en el caso de los analistas políticos que profetizan el resultado de las elecciones. No es el mío.

Estoy presenciando la dimisión de mi organismo. Lo que esperaba ha llegado. Quizá con cierta precipitación, quiero decir de modo brusco, pero no hay que quejarse porque quejarse es de bellacos. Señores mi vocación más clara ha sido la de convaleciente, pero con la exigencia de no sufrir para cumplirla una enfermedad anterior. A los convalecientes les rodean de cuidados y de diminutivos y se descubre que sienta mejor un «caldito» que un simple caldo y un amigo de verdad que un conocido más o menos cotidiano y pródigo en abrazos. Los que tengo me han traído libros, orquídeas, aceite de Mondrón, búhos totémicos y consuelo. Que los volubles dioses les recompensen. Yo haré lo posible por merecer su amistad. A falta evidente de otras virtudes creo tener la de la gratitud. Lo que pasa es que tengo poco tiempo.

Quiero escribir todos los días, pero es mentira que querer sea poder. Nunca lo ha sido. Así es que lo que prometo es que haré lo que pueda. Después de este ensayo general con casi todo, siento una extraña piedad hacia el que era, pero no tanta como para echarme de menos. Me dispongo a jugar la prórroga. A ver qué piensa el árbitro sobre el descuento. Un sol confesionalmente malagueño y un fragmento de Mediterráneo me acogen. Respiro fuerte, pero no hasta los talones, por si me duelen. Hace un día como para tener novia formal.

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