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LOGROÑO

BELÉN BAKUGAN

PABLO GARCÍA-MANCHA

Jueves, 31 de diciembre 2009, 01:58

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Un es un animalico [] esférico y chiquitín que rueda por el pavimento por vía natural o por el impulso de un endemoniado artefacto que se llama lanza- y que merced a su ergonomía se puede sujetar en la muñeca e incluso en la cadera. El objeto en sí carece de la más mínima gracia, a pesar de que es capaz de abrirse a través de compuertas imposibles de las que aparecen ojos y caras mecidas por una nebulosa rara de miradas entre japonesas y naifs. Narices imposibles, ojos saltones, cuellos semiesféricos matizados por un par de alas o alerones que parecen bolsas de la compra, eso es todo. El es pequeño, inútil y biónico y quizás por eso me recuerda a Belén Esteban, esa especie de mujer que ha logrado reinventar la cirugía maxilofacial hasta convertir su napia en un concepto que supera la intelectualidad más aguerrida a puro grito, a puro huevo y golpe de . El país está como está y quizás se defina por sus mitos: mi padre probablemente soñaba con Ava Gadner, yo con Sigourney Weaver y ahora la carpetovetónica humanidad con ella, con sus gritos de madre aterida, de sílfide del pleistoceno entre cheli y gagá encaramada en dos taconazos de aguja y un par de tetas postizas que vuelan hacia su nariz efervescente, hacia su nariz meticulosamente armada de metacrilato y que es posible que hasta ruede como los aunque sin aparatos. la ama, las cadenas se la rifan, el mundo entero la contempla como un artefacto del que descojonarse o querer. ¿Dónde se sitúa usted? ¿dónde este menda? No sé, Belén me ha robado el corazón, aunque creo que lo que ha hecho es sisarme la cartera al alimón con los de las teles.

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