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EDITORIAL

La libertad os hará verdaderos

PEDRO TREVIJANO

Martes, 10 de noviembre 2009, 01:18

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H ace unos meses oí a José Luis Rodríguez Zapatero pronunciar en un mitin la frase: «La libertad os hará verdaderos». En un primer momento pensé que era una tontería más de ese señor al intentar contradecir a Jesucristo, cuya expresión es exactamente la contraria: «La verdad os hará libres» (Jn 8,32). Y es que es la fidelidad a la verdad la que es garantía de la libertad y del desarrollo humano integral.

Pero con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que el asunto es más serio de lo que parece. En la sociedad actual se presentan como igualmente fuertes el deseo de una plena felicidad y de una libertad ilimitada; o sea, de poder obrar según el propio albedrío, desvinculado de toda norma. Para algunos, esta libertad ilimitada es además esencial para alcanzar la felicidad plena y verdadera. Según esta mentalidad, la dignidad de la persona humana exigiría que ella no deba aceptar ninguna norma que le venga impuesta desde fuera, sino que sea ella misma quien determine libre y autónomamente lo que considera justo y válido.

Ahora bien, el problema de este hacer que cada uno de nosotros sea su autoridad suprema es que nos encontramos con el subjetivismo y la no existencia de reglas generales universalmente válidas, por lo que es fácil, al no haber un orden moral objetivo, caer en las mayores aberraciones. Hago lo que quiero y soy yo quien decide. Pero con ello, es muy fácil que en nuestro encuentro con los demás no respetemos el principio jurídico de que mis deberes son los derechos de los demás hacia mí y mis derechos, los deberes de los demás hacia mí. En pocas palabras, que como soy yo el que decide lo que es justo, verdadero y válido, haré lo que me parezca más conveniente, aunque ello me lleve a aplicar la ley del más fuerte. Y si tengo que fastidiar a los demás, que se fastidien. Las consecuencias para la convivencia son desastrosas. En el plano teórico, ello lleva a los mayores disparates, como estamos viendo a la ONU y la UNESCO con su plan de 'corrupción' sexual que pretende enseñar a niños a masturbarse; o en el plano práctico, las instituciones caritativas de los no creyentes son llamativamente escasas.

Está claro que tiene que haber unas normas de convivencia, pero como Dios no existe ni tampoco el Derecho Natural con su orden moral objetivo, está claro que tenemos que buscar en algún otro sitio los fundamentos de nuestra coexistencia. Por ello, a alguien se le encendió una lucecita: «Como somos demócratas, el fundamento de todas nuestras leyes y de nuestra convivencia debe ser la voluntad popular». ¿Y cómo sabemos cuál es la voluntad popular? «Pues muy fácil, lo que decida el Parlamento». Con lo cual, evidentemente, ya no soy yo quien decide y mi libertad plena y total desaparece.

Todos sabemos cómo funciona el Parlamento y que en muchos partidos no existe la libertad de voto y ni siquiera se admite, como está pasando en el PSOE con la ley del aborto, la objeción de conciencia.

Está claro que la frase que da título a este artículo, «La libertad os hará verdaderos», no nos conduce ni a la verdad, pues la ideología prima hasta el punto que aquí es la realidad la que debe ponerse al servicio de la ideología, pero tampoco a la libertad, como se pretende hacer con los diputados e incluso con el personal sanitario, no admitiéndoles que puedan ser objetores de conciencia.

Es decir, uno acaba sustituyendo la obediencia a la Iglesia, que por supuesto me ordena nunca actuar contra mi conciencia y respeta así mi libertad responsable, por la sumisión total y totalitaria a mis dirigentes políticos, que pueden mandar también sobre mi conciencia. Ello es el envilecimiento total de los súbditos, pero sobre todo de los gobernantes.

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