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Miércoles, 29 de abril 2009, 02:58
El segundo bloque de la cata era esperado. En primer lugar, la experimentación con un Chardonnay fermentado en barrica 2007, una variedad de las recientemente autorizadas por Rioja y con la que Raúl Acha ha hecho ya su tercera vendimia. Nadie duda de que se adaptará a Rioja y en el chardonnay, al margen de vinificarlo como varietal, Acha vio desde el principio un complemento ideal para el moscatel de grano menudo: «Los aromas más golosos y afrutados debidos a los terpenos de estas dos uvas gustan más a la gente que los tioles más verdes de la verdejo o la sauvignon blanc».
Más sorprendente es el Viognier fermentado en barrica 2008, recién sacado para la cata de la madera y con un excesivo predominio ahumado que se irá limpiando cuando comience su asentamiento en la botella. La uva es diferente, menos cultivada y, al mismo tiempo, más personal: «Es una 'cosa rara', entre albariño y chardonnay, y, pese a ser el primer año que lo hacemos, el vino es más complejo, con más cuerpo». «Experimentamos con estas variedades y, otras, por separado, con mezclas, con o sin barrica, porque creemos que tenemos mucho que ganar con la especialización en blancos». Y es que los planes de Maetierra no acaban en Calahorra. Acha está convencido de que los blancos secos y espumosos tendrían incluso rendimiento superior en las zonas altas y frescas de La Rioja. De 700 metros, prácticamente hoy límite de cultivo, hasta los 900 metros habría suelo para hincar 30.000 hectáreas en La Rioja Alta. Otra nueva denominación, específica de blancos, pero que precisa de un, difícil, consenso político.
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