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Hans Wilsdorf, la precisión horaria

Hans Wilsdorf, la precisión horaria

David Valera

Martes, 4 de agosto 2015, 11:49

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¿Qué hora es? Una pregunta tan típica como fácil de responder. Apenas se requiere de un nimio gesto con la muñeca para resolver el enigma. Sin embargo, no siempre fue tan sencillo conocer la respuesta. El hombre ha tenido la obsesión de medir el paso del tiempo casi desde que tuvo conciencia. El Sol se convirtió en uno de los primeros aliados para los relojeros primitivos. Algunos de estos genios descubrieron unos siglos más tarde que el paso de la arena de un tubo cónico a otro servía para medir un determinado lapso del tiempo. Pero estos artilugios seguían sin poder responder con precisión a la pregunta en cuestión.

La Edad Media permitió los relojes mecánicos que dieron pie a una verdadera profesión de relojero. Sin embargo, esas obras, de gran complejidad y en numerosos casos de increíble belleza, colgados en las fachadas de iglesias u otros edificios con porte, no permitían responder a la pregunta si no estaba el interesado delante de ellos. El arte de la relojería avanzó y los relojes de bolsillo son una de las mejores muestras. Por fin cada persona podía tener su propio reloj.

Empero, todavía se podía responder a la pregunta de manera más cómoda. Llevando el reloj, por ejemplo, en la muñeca. Y uno de los mayores impulsores de esa idea fue Hans Wilsdorf. Este genuino relojero nacido en Baviera en 1881 tuvo una obsesión. Convertir el reloj de pulsera en un aparato fiable, al tiempo que elegante. Y es que uno de los problemas de los primeros relojes de pulsera era su falta de precisión. Algo a lo que Wilsdorf quiso poner remedio.

En 1905, con apenas 24 años, puso en marcha en Londres su propio negocio. Su objetivo, vender relojes de pulsera precisos y asequibles en precio.

Tudor, el hermano pequeño

Tres años después, en 1908, Wilsdorf quiso poner nombre a sus relojes. Como si de un experto en marketing se tratara pensó en una palabra corta, fácil de recordar y pronunciar en cualquier idioma y que quedase bien en la esfera del reloj. Según contó después este inventor alemán, probó un centenar de nombres sin que le convenciera ninguno. Sin embargo, una mañana en la que viajaba por Londres a bordo de un tranvía tirado por caballos le llegó la inspiración: Rolex.

A partir de ese momento, la prioridad de Wilsdorf fue conseguir la máxima precisión con la hora. Un esfuerzo que pronto se vio recompensado. En 1910, el Organismo oficial de control de la marcha de relojes de Berna (Suiza) otorgó por primera vez un certificado cronométrico oficial a un reloj de pulsera. En concreto, un Rolex. Cuatro años más tarde, el Observatorio de Kew de Gran Bretaña otorgó al reloj de pulsera Rolex un certificado de alta precisión, algo que hasta entonces sólo habían conseguido cronómetros marinos.

El estallido de la Primera Guerra Mundial provocó que Wilsdorf se trasladase a Suiza. De hecho, en 1919 estableció la sede de Rolex en Ginebra sellando un matrimonio que se mantiene hasta hoy. Pero más allá del lugar de trabajo, Wilsdorf quería que sus relojes se diferenciasen todavía más del resto. Y puso la vista en la posibilidad de que sobrevivieran al mar. Para ello desarrolló un reloj hermético. En 1927 la nadadora inglesa Mercedes Gleitze atravesó el Canal de la Mancha con un Rolex en la muñeca. Después de 10 horas de travesía marítima, el reloj siguió dando la hora con absoluta precisión.

Pilotos y deportistas

Después la empresa fundada por Wilsdorf continuó con más innovaciones. En 1931 Rolex patentó el rotor Perpetual, que permitió un movimiento automático del reloj. Y en 1945 se le añadió en la esfera la posibilidad, no sólo de responder qué hora es, sino también, qué día es al incluir la fecha en la esfera del reloj. Por aquella fecha el éxito de la compañía era un hecho. Y uno de sus principales aliados fueron los aviadores. Y es que los pilotos necesitaban relojes de pulsera para conocer la hora con precisión. Pero los Rolex, además de volar, también se convirtieron en la imagen de numerosos deportistas de élite, encantados de lucir en su muñeca esas joyas de precisión.

Esto impulsó aún más el glamour y el caché de esta marca de relojes. Su capacidad para adaptarse a cualquier terreno, altitud la expedición de Edmund Hillary y Tenzing Norgay que coronó el Everest por primera vez iba equipada con estos relojes o profundidad sin perder la precisión, les convirtió en un objeto muy valorado. Al tiempo que encarecía su precio. Cuando Wilsdorf falleció en 1960 sus relojes permitían saber la hora de forma fácil en cualquier lugar.

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