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Maje, durante su entrenamiento para el Ironman, una de las pruebas más extremas.
«Un día puedes correr y, al siguiente, ni peinarte»

«Un día puedes correr y, al siguiente, ni peinarte»

María Jesús Navarro padece artritis reumatoide desde hace 12 años. Según el pronóstico inicial, ahora estaría en silla de ruedas, pero corre maratones. Su vitalidad es el sello de la última campaña que da a conocer la verdad sobre esta dolencia

alejandra rodríguez

Lunes, 20 de octubre 2014, 11:47

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María Jesús Navarro, Maje para los amigos, nació con el gusanillo del atletismo en el cuerpo. Empezó a correr, a entrenar y a conseguir campeonatos a la tierna edad de cuatro años. Sin embargo, a los 20 tiró sus zapatillas a la basura poco después de ganar un maratón. ¿Qué pasó?

«Acudí a un reumatólogo porque mi cuerpo se quedó completamente agarrotado y tuve que estar varios días en cama. Recuerdo perfectamente el diagnóstico y la manera en la que me lo dijeron: tenía artritis reumatoide y aunque no me iba a morir sí parecía claro que en unos años estaría en silla de ruedas. No me convenía practicar deporte y lo mejor que podía hacer era quedarme en casa calentita. Después de salir de la consulta llorando a mares con mi madre eso fue lo que hice», relata.

En medio de este choque emocional, Maje se puso a buscar información sobre esta patología reumática de la que desconocía absolutamente todo. «Así fue como me enteré de que hay más de 200 enfermedades reumáticas y que el hecho de ser joven y deportista no me había librado de la artritis reumatoide. Asocié que el hormigueo, el acartonamiento y el amoratamiento de las manos que había sufrido ocasionalmente antes estaban relacionados con esta dolencia. Sin embargo, todo lo que leía era tan terrible que me convencí de que el especialista tenía razón. Para colmo, la medicación que me dieron no era la más adecuada en aquel momento y me tuvieron que ingresar por efectos secundarios que me hacían encontrarme fatal. En pocas palabras: me hundí por completo. Dejé a mi novio, los estudios, el deporte... y me encerré en casa».

Y así pasaron ocho largos años. Afortunadamente, para mitigar el mono de atletismo, Maje seguía colaborando en la organización de campeonatos y carreras como voluntaria. Uno de los amigos de este círculo se presentó en su casa un buen día y la sacó casi a rastras de la cama. «Eran las nueve de la mañana. Cuando tocó en el portero automático no me lo podía creer. Bajé a regañadientes y creo que corrí cuatro minutos. Me volví a casa muy enfadada despotricando contra todo y contra todos; a pesar de eso él vino al día siguiente con otro compañero que había superado un cáncer de colon y había vuelto a correr. Entre los dos me echaron un rapapolvo que me hizo reaccionar. Pasé de estar muerta en vida a negarme a no llevar una vida normal», explica emocionada.

Por el camino, esta luchadora tuvo la enorme suerte de encontrar a un fisioterapeuta que para ella es «un ángel de la guarda; me trata ocho veces por semana, se adapta a mis crisis, a mis horarios, a mis entrenamientos... y además está en constante comunicación con mi reumatólogo, con el que ha formado un tándem ejemplar», explica Navarro, quien insiste en la importancia que tiene el entorno sanitario y familiar en la evolución del paciente para lograr que este se amolde a la enfermedad de tal forma que ésta no le domine.

«No es fácil porque requiere bastante coordinación entre los profesionales y deshacerse de muchos mitos, pero afortunadamente esto está evolucionando», reflexiona Maje. De hecho, tanto ha cambiado la situación que la práctica de ejercicio físico no solo ha dejado de estar contraindicada, sino que constituye uno de los pilares terapéuticos fundamentales por los beneficios físicos y emocionales que conlleva. Este factor unido al diagnóstico precoz y a la aparición de nuevos medicamentos más eficaces ha mejorado notablemente el pronóstico de estos pacientes quienes, no obstante, tienen un gran trabajo que hacer por sí mismos.

«Es importante comunicarte para que los tuyos conozcan la enfermedad, que sepan que aunque un día puedas correr, al siguiente igual no puedes ni peinarte. Yo estoy enormemente agradecida a la familia y a los amigos que tengo. Han tratado de hacerme la vida más fácil en todo momento. Que me ayuden con las bolsas de la compra, a abrir un bote o que en un restaurante pidan la carne ya cortada porque a lo mejor no puedo hacer ese gesto yo sola conlleva la normalidad que creo que deseamos y necesitamos», argumenta.

Incluso su pequeño de siete años colabora. «Me ayuda en las tareas de casa, me cuida cuando estoy pachucha y ha aprendido a resolver un montón de cosas él solo para evitar que yo haga esfuerzos cuando estoy peor. Es un tesoro», dice Maje consciente de que en este caso refleja algo más que amor de madre. Gracias a toda esta serie de circunstancias, Maje ha renacido. Retomó sus estudios, tiene un trabajo que le apasiona, asesora y acompaña a otros pacientes... y entrena muy duro adaptándose a los caprichos que la artritis reumatoide le regala de vez en cuando en forma de dolores y episodios febriles.

«Por regla general me encuentro bien y cuando no lo estoy ya sé qué hacer». Y tenemos que creerla porque de hecho es una de las abanderadas de la iniciativa Run for Reumathology, concebida por la Sociedad Española de Reumatología para acercar las enfermedades reumáticas a la población general y evitar mitos y falsas creencias, como que todas estas dolencias son iguales, que son propias de gente mayor o que no hay nada que se pueda hacer contra ellas.

«Ni siquiera esta enfermedad debe robarte tus sueños. Seguiré corriendo porque me motiva, me calma los nervios y me gusta. El día que tenga que dejarlo haré otra cosa. He decidido vivir».

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