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ARANTZA FURUNDARENA
Martes, 20 de junio 2017, 00:34
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Nadie es profeta en su tierra... Y no te digo nada en su casa. Ahí donde te conocen bien es generalmente donde menos confían en tus posibilidades. ¿Mi primo Premio Nobel de Física? ¡Anda ya! Pues lo mismo con Donald Trump. Si media humanidad, sin conocerlo en persona, sonreía incrédula ante la sola idea de que semejante showman pudiera llegar a presidente de Estados Unidos, su mujer, Melania, que lleva años viviendo con él, por lo visto se desternillaba... La prueba es que ha necesitado cinco meses para dar crédito a la noticia. Ella participó en la toma de posesión y todo ese circo, pero en el fondo tenía cara como de estar repitiéndose: «Solo es un mal sueño. Ya despertaré». Lo malo es que cuando despertó el dinosaurio ya no estaba allí, que estaba de parranda en ese antro de felación conocido vulgarmente como despacho oval. Casi medio año le ha llevado a Melania asumir que su chico es en efecto presidente de Estados Unidos, comandante en jefe de las tropas de la primera potencia mundial, etc. (¿El zote de mi marido es todo eso? ¡Ay, que me da!) Y, claro, no ha tenido más remedio que organizar la mudanza a la Casa Blanca.
Ella dice que lo de quedarse todo este tiempo en Nueva York ha sido por el niño. Para no cambiarlo de colegio. Sí, claro, el niño... Como si no supiéramos que Barron, igual que cualquier otro chaval de su edad, es perfectamente capaz de inadaptarse allá donde lo matriculen. El día de su llegada a su nueva casa (blanca) él mismo se encargó de lucir una camiseta en la que podía leerse 'The Expert' (El experto). Lo raro es que su madre no llevara otra con el mensaje de 'I love NY' y un corazón gigantesco. Ha tenido que ser duro para Melania abandonar las almenas de la Torre Trump y, con ellas, todas esas 'cosas que hacer en Manhattan cuando estás... forrada'. El 'jogging' matutino en Central Park, rumiar un croissant del Balthazar frente al escaparate de Tiffany mientras maquinas el próximo atraco a la chequera de tu marido, la partida de bridge con las amigas en el Plaza, la 'mani pedi', el Spa, el entrenador personal... ¡Ay, el entrenador personal! Con lo difícil que es encontrar uno que acierte a ponerte en forma sin lesionarte, ponte a buscar ahora en Washington...
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